A escasos metros de un restaurante donde una top model cenaba sushi el verano pasado, tres personas duermen a la intemperie cada noche en un local de ocio abandonado porque no disponen de medios suficientes para alquilar una casa. Dos de ellos trabajan en la construcción y el tercero de ellos, Vicente López Peñalver, en un almacén de alimentos. Vicente López, que tiene un contrato de seis meses desde el 1 de mayo, empieza su jornada laboral a las 8, 30 horas, pero dos horas antes ya está despierto. Califica como «un paseíto» el camino que tiene que recorrer cada día desde Eivissa hasta Ca na Negreta, donde se encuentra el trabajo, «aunque a veces quedo con un conductor que me recoge», apunta.
Sin ni siquiera un hornillo para cocinar, Vicente se compra «cualquier cosa» en el supermercado y para cenar recurre a las monjas de Dalt Vila. «Son muy simpáticas», dice. En cuanto a la higiene, aprovecha algunas duchas existentes en algunas zonas del puerto para los tripulantes de los yates. En otras ocasiones, accede de manera furtiva a las duchas de las piscinas en los hoteles. «Hay que buscarse la vida en la calle», confiesa.
Sin embargo, Vicente López asegura que vivir en la calle es algo puntual, aunque ésta no ha sido la primera vez. Con el primer sueldo intentará buscar una casa a un precio asequible. Confiesa que la calle no le gusta: «Sólo es supervivencia». Cuando llegó a Eivissa, procedente de Manacor, permaneció quince días en el centro de Acogida Municipal de Eivissa. Se queja de que lo echaron del centro. «Me quería quedar hasta el 1 de junio, cuando cobre, y así encontrar un sitio en el que dormir», dice.
Toni Sánchez, del Centro de Acogida, se encuentra con el problema de que los usuarios de este servicio, de carácter temporal, quieren alargar su estancia. «El punto crítico es cuando llega la salida porque la persona quiere más y este es un servicio eventual», explica. Además, asegura que hay un porcentaje de flexibidad: «En muchos otros lugares te acogen tres días y luego, fuera». El caso de Vicente López no es aislado. El problema está en la calle. Hay personas que duermen en garajes, obras en construcción o coches. El encarecimiento de la vivienda es un problema hoy en día en Eivissa. Hay estudios en los que se asegura que si una persona dedica el 40 por ciento del sueldo a una vivienda se encuentran en riesgo de exclusión social. Echen cuentas.