El Pla de ses Salines fue durante décadas la zona más importante de la isla desde el punto de vista agrícola. Tenía los sistemas más modernos de regadío y, por ello, se construyeron un gran número de molinos de agua, unas estructuras que tienen por objetivo conducir el agua desde el subsuelo, funcionando como auténticas bombas eólicas accionadas por el viento.
Sin embargo, los molinos han ido desapareciendo con el tiempo y no sólo porque hayan caído en desuso, sino también por la proliferación de la construcción y, especialmente, desde la creación del aeropuerto de Eivissa. Según los datos recogidos por Joan Josep Serra Rodríguez en un informe realizado para la Conselleria insular de Cultura, se calcula que las instalaciones aeroportuarias acabaron con cerca del 25 o 30 por ciento de los molinos de la zona.
Pese a todo, las autoridades consideran que aún se está a tiempo de intervenir y salvar una parte importante del patrimonio. Así, la Conselleria de Cultura ha invertido 520.000 pesetas en la realización de un completo estudio, tal y como le solicitó el Ayuntamiento de Sant Josep, que tiene gran interés en conservar y rehabilitar el mayor número posible de molinos dentro de su término municipal. Ambas instituciones han acordado trabajar conjuntamente en este tema y, como segundo paso tras la realización del estudio, la Conselleria presentará el informe al Govern balear e intentará recabar ayuda económica del Ejecutivo para iniciar cuanto antes tareas de restauración.
El informe de Serra Rodríguez explica, por ejemplo, que el Ayuntamiento de Sant Josep tiene un inventario en el cual figuran 36 molinos pero que puede ser ampliado con otras estructuras hasta ahora olvidadas. No todas ellas se encuentran en el mismo estado de conservación y por tanto, a la hora de intervenir habrá que tener muy en cuenta su situación concreta.
Algunos molinos tienen una gran historia a sus espaldas. El de can Miqueleta, en Sant Jordi, es uno de los que menciona el arxiduc Lluís Salvador en su segundo viaje a Eivissa, en el año 1885, según las investigaciones de Joan Marí Cardona, el canonge arxiver. De hecho, se considera que es uno de los primeros que se debió construir en la isla. Otros como el de Can Palau, también en Sant Jordi, precisan de una restauración profunda pese a que ha llegado a nuestros días en un estado de conservación bastante bueno. El caso del molino viejo de can Puça, según Serra Rodríguez, es interesante porque junto con la casa, la instalación de regadío y otras construcciones anexas permite hacerse una idea de cómo era el paisaje rural de ses Salines.