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El imán de la Mola

El mercado artesanal de Formentera atrae cada miércoles y domingo a miles de personas a la caza de los vestigios hippies

Miles de personas acuden al mercado hippie de la Mola. Foto: G. ROMANÍ

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Es difícil pronunciarse sobre si se trata del último reducto herencia de los hippies, un mercado artesanal o simplemente un espacio atractivo y enminentemente turístico en el que se vende un poco de todo. Eso es el mercado artesanal de la Mola. Está claro que hay 'artistas', pintores, ceramistas, personas que trabajan el vidrio o la madera, el cuero y el metal. Pero también los hay que se ingenian cualquier producto, manufactura, venta de segunda generación o lo que sea para tener su puesto en el mercado de la Mola.

En teoría es un círculo lo suficientemente cerrado y definido que implica un 'control' previo para ser admitido en él, que garantiza la calidad de cuanto se ofrece al visitante. Porque si en la teoría el protagonista es el artesano, en la práctica la verdadera estrella del mercadillo hippie de la Mola no es otro que el visitante. Miércoles y domingos la peregrinación es casi religiosa, y es que quien no ha estado en el mercadillo no conoce Formentera o no ha degustado uno de sus aspectos más peculiares.

Y ahí están todos: vendedores y compradores, artesanos y mirones que conviven en un reducido espacio. Están al orden del día las transparencias de las turistas que llegan de la playa con poco menos que arena sobre el cuerpo, o de adonis que lucen músculo y bronceado a partes iguales. Pero por encima de todo lo que predomina es la cámara de video o de fotografía para captar ese espectáculo inusitado que supone la Mola en los días de mercadillo. La avalancha de turistas que prácticamente colapsan la isla en todos sus aspectos, desde hoteles y restaurantes hasta las carreteras y playas, se hace más patente en esos días clave, cuando los cuatro kilómetros de curvas entre es Caló y la Mola se convierten una serpiente de vehículos en ambas direcciones.

Las colas tanto para subir a primera hora de la tarde como para bajar ya de noche son habituales; las colas y los sustos de los cientos de conductores de motos que no aciertan a conjugar velocidad, curvas y equilibrio. Muchos turistas van a la Mola esperando ser testigos presenciales de la pervivencia de una rara avis, el hippie artesano, sin darse cuenta que a la hora de establecer categorías, ellos son la fauna más sorprendente que circula por el mercado.

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