Treinta y cinco días después de que diera comienzo el primer derribo instruido por el Consell pitiuso en sus dos décadas de funcionamiento, apenas queda nada del Trancedance, un mamotreto de hierros y hormigón construido a principios de los años noventa junto a los estanques de ses Salines para convertirlo en una bulliciosa discoteca. Según informó un portavoz del Consell, el martes se firmó el final de obra y ayer se extendió por la parcela una capa de limos para rellenar los agujeros abiertos al arrancar las enormes vigas metálicas de la estructura.
La propietaria, que desde el primer momento mostró su disposición a colaborar, accedió la pasada semana a retirar los hierros y restos que se han acumulado desde que la demolición fue iniciada el pasado 17 de enero. Acaba de esta manera un proceso para el que se han empleado diez años de eternos trámites burocráticos y que, paradójicamente, sólo ha necesitado cinco semanas para borrar de la faz de la Reserva Natural un edificio que constituía un serio peligro para el equilibrio de ese ecosistema, habitado por el picaplatges camanegre y el xarraire, dos aves acuáticas en cuya presencia reside buena parte de la importancia de ese enclave.
Convertido en símbolo de la política urbanística del Pacte, la estructura -que era visible desde la carretera- cayó por completo apenas una semana después de iniciarse las obras de derribo. Se cumple así con el final ecológico previsto en el proyecto de demolición, para la que se preveían 40 días de trabajos y un coste aproximado de 37.000 euros, que finalmente han sido pagados por la propietaria. El lugar ha vuelto a su estado original.