Los desajustes entre la gestión urbanística, cultural y turística es uno de los principales defectos de los que adolecen las ciudades patrimonio. Al menos esta es una de las conclusiones de un congreso internacional sobre turismo y conjuntos monumentales que reunió a los mayores expertos en este área en Córdoba. Unos apuntes que, en muchos casos, parecen expresamente diseñados para la Eivissa Patrimonio de la Humanidad. El informe aconseja equilibrar el peso de las instituciones con la participación empresarial y ciudadana, ya que se considera que hay que conocer los deseos de los residentes es prioritaria para diseñar una ciudad habitable y turística a la vez.
Otra de las sugerencias aplicables es que las ciudades patrimonio tienen que superar la fase de pura promoción para crear una gestión transversal, es decir, efectiva, aglutinando a todos los agentes que tienen que trabajar en la ciudad turística. Para los expertos que participaron en el citado congresos las ciudades monumentales tiene «el reto de realizar una gestión turística sostenible, regulando el flujo de turistas y diversificando los usos turísticos que ofrece».
A pesar de que se pongan en marcha programas de transformación y mejora de la ciudad patrimonio «es evidente que hay que preservar la identidad cultural de la ciudad interrelacionando patrimonio, turismo y ciudadanos». Una tarea, «difícil», dicen, pero posible.