Les había costado mucho organizar sus vacaciones y decidieron mantener el viaje a Estambul (Turquía) a pesar de que sólo una semana antes allí se había perpetrado un ataque terrorista en el que murieron 23 personas. Carolina Riera y Antonio Amores aterrizaron en la ciudad el 20 de noviembre, el mismo día en el que se producía el segundo atentado, en este caso contra el consulado británico y el banco HSBC, y que se saldó con la muerte de otras 26 personas y 400 heridos. «El ataque fue por la mañana y nosotros llegamos por la tarde -relata Carolina, que ayer se incorporó a su trabajo como auxiliar administrativa en el Cijae-, pero enseguida un guía nos avisó de que nos quedásemos en la parte antigua de la ciudad y nos cruzásemos el río para ir a la zona más moderna, donde había ocurrido todo».
Les sorprendió la resignación con la que los turcos parecían asumir la desgracia. «El ambiente era tranquilo, te sorprendía cómo se lo tomaban», recuerda esta ibicenca. Durante los primeros días el barrio de Laleli, en el que se hospedaban ellos, estaba lleno de turistas. «Nos dijeron que a los que estaban en la zona de los atentados les habían trasladado a la nuestra, pero a los cuatro días aquellos se quedó vacío porque muchos volvieron a sus países». Ellos pensaron en marcharse, pero nunca se lo llegaron a plantear en serio. «Si hubiésemos notado un ambiente de miedo tal vez habríamos vuelto, pero allí todo el mundo era muy consciente de dónde no había que ir y nos decían que no fuésemos al McDonals; lo que más les preocupaba a ellos era la bajada de turistas que eso acarrearía». Quienes peor lo pasaron fueron los familiares de estos dos ibicencos. «Ellos lo vieron por televisión y eso impresiona mucho, pero Estambul es muy grande y nosotros no vimos nada, nos informábamos a través de la CNN», recuerda Carolina, quien no tiene más que halagos para la ciudad y sólo siente no haberla visitado en otras circunstancias. Sara Yturriaga