Fue un turista inglés quien alertó al ibicenco Nicolás Serra Walker acerca del tsunami mientras accedía tomarle una foto en la isla Ko-Tao, golfo de Tailandia. Era el día siguiente de la catástrofe del maremoto y Niki, como le llaman sus familiares y amigos, se encontraba disfrutando de lo que en principio serían sus primeras vacaciones en solitario.
Al cabo de dos días y mientras continuaba con su viaje tal y como lo tenía previsto, le llegaron noticias de la desaparición del empresario Manel Vila Peris, al que conocía por su también trabajo en el sector náutico: «Supe que la familia venía para acá y decidí viajar a Phuket para ayudarlos», aseguró Niki, que en ese momento no sabía que se embarcaría en un camino de voluntariado que continúa hasta hoy y con proyectos en marcha.
«La verdad es que los acompañé muy poco en la búsqueda porque estaban visitando diferentes zonas para encontrarlo mientras que, aquí en Phuket, todo el tiempo pedían voluntarios que supieran de ordenadores o que pudieran hacer de traductores; y decidí quedarme».
Las labores de Niki comenzaron al día siguiente en el centro de operaciones de Phuket: «Hacía falta traductores de varios idiomas y un tailandés me llevó a toda velocidad a la zona del norte de Kao-Lak, a la zona de Takua Pa, donde está el famoso templo en el que se amontonan miles y miles de cadáveres», relató Niki que no dudó en involucrarse en medio de un panorama que calificó de devastador: «Nos dedicábamos a atender a los familiares y guiarlos en el proceso de visualizar las fotos de cadáveres, que eran terribles. A continuación, si localizaban a alguien, apuntábamos el número y entrábamos para buscar lo que sería el ataúd o la caja donde estuviera, y así poder reconocerlo visualmente». Niki colaboró en este proceso durante dos días presenciando efectos psicológicos devastadores en las familias que llegaban de toda Europa, sin olvidar que muchas veces debió entrar en el templo a ver los cuerpos «porque como recién llegaban no se sabía si estaban vacunados».
Luciana Aversa