Cuántos recuerdos, cuántos momentos inolvidables, cuántos días felices de mi niñez, mi adolescencia o mi juventud. Los años y con ellos los recuerdos de los carnavales desfilan en mi memoria y con ellos todo un mundo ya desaparecido. Recuerdo a mis abuelos y a mis padres todavía muy jóvenes en los carnavales y yo con ellos muy niño disfrazado de indio, de mosquetero, de viejo con joroba y no sé cuántas cosas más y así pasaron los años y con ello los carnavales sucedieron a otros carnavales con una rapidez tremenda implacable. Personas desaparecidas, recuerdos borrosos plasmados en viejas fotografías color sepia, y la vida sigue y a los momentos de ilusión y fantasía suceden los de tristeza y nostalgia, como en aquel film inolvidable 'Orfeo Negro' cada día sale el sol y cada año vuelve la alegría del carnaval.
Los orígenes de estas fiestas se pierden en los comienzos de nuestra civilización, no se sabe muy bien si se remontan a Egipto, Grecia o Roma. Fiestas paganas, bacanales del mundo clásico, fiestas en honor de Bacus. Siempre a través de la historia aparecen estas fiestas bajo diferentes manifestaciones, pero fue en la baja Edad Media, en un mundo lleno de miedos, supersticiones y oscurantismo y ante la inminente aparición de la Cuaresma con sus ayunos, abstinencias y penitencias el pueblo quiere disfrutar, divertirse, mofarse de la religión y de las instituciones y para ello nada mejor que el disfraz detrás del cual se puede dar rienda suelta a sus fantasías, y a sus burlas, y así hasta nuestros días.