Entrada de Sant Antoni de Portmany. Uno de los hace pocos meses estrenados coches de la Policía Local -decorado con pésimo gusto, valga por una vez la opinión por ser casi unánime entre los habitantes de esta bendita isla- se encuentra parado en la rotonda conocida popularmente como «el huevo». Junto a él, chaleco de color amarillo fluorescente y libreta en mano, un grupo de agentes paran vehículos al azar. Se trata de un control de documentación rutinario, nada especial. Pero entre los policías hay uno que destaca por su juventud, tan sólo 19 años. Se trata de Juan, uno de los cerca de 40 alumnos que actualmente se encuentran realizando el curso de preparación para acceso al cuerpo municipal. Todos los fines de semana y de forma rotatoria varios de ellos son destinados a diversas localidades de la isla para realizar las prácticas. Es sólo una de las actividades que complementan las clases teóricas a las que asisten de lunes a viernes en Santa Eulària.
Juan se comporta de manera segura. No es de extrañar, lo lleva en las venas. En su familia hay ya tres miembros del cuerpo: «Mi tío es policía local, también mi primo y mi hermano», enumera. A él siempre le llamó la atención la profesión y por eso decidió enrolarse. Sobre todo porque le gusta ayudar a la gente, «aunque algunos piensen que lo único que hacemos es fastidiar, pero no es así», apunta.
La labor de estos candidatos a agente municipal durante las prácticas es casi testimonial. Se limitan a hacer pequeñas tareas de control y a observar cómo los oficiales actúan en cada caso: «Están de apoyo y observadores, no hacen ninguna actividad represiva ni nada de eso. Ven el procedimiento, el tipo de documentación que pedimos o cómo se inmoviliza un vehículo», explica Vicente, el oficial que acompaña a Juan.
b>I. M.