La pintura como forma de expresarse emocionalmente, de manifestar sentimientos y confesar las cosas que pasan por la mente. Seguramente todas las obras artísticas tengan este fin, pero Romanie Sánchez lleva esta idea al paroxismo. Los 24 lienzos realizados con acrílicos que hasta el próximo 31 de marzo expone en el restaurante Can Tixidó, en Buscastell, son un diálogo de la artista con el cuadro. La artista pinta aquellas formas que en ese momento concreto le son más cómodas, le salen sin esfuerzo, y llegada a cierto punto lo observa y lo conecta con el tema que más le preocupa o el sentimiento más presente en su mente
Romanie Sánchez, nació en Inglaterra en 1976, pero se crio en Eivissa: «Mi estilo tiene bastante que ver con que me he criado en el campo, viviendo sola y con una madre que siempre me hablaba de hadas y cosas fantásticas», explica. Asegura que el arte siempre fue algo muy importante en su educación, vivió rodeada de él. Se formó en la escuela de Artes y Oficios y en el año 98 se trasladó a California para ingresar en la escuela de E.J. Gold, uno de los maestros de la escuela reduccionista: «Esta escuela estaba muy conectada con una filosofía, con encontrar lo que dice tu subconsciente", recuerda. Tras pasar una temporada en Estados Unidos, volvió a Eivissa para hacer exposiciones. Desde entonces ha expuesto en casi una decena de sitios, entre ellos la discoteca Pachá, en agosto de 2003.
«Para mí la pintura es una necesidad porque es un forma de
confesar todas las cosas que me pasan. Tengo unos diarios en los
que escribo lo que pienso, mis sueños o recuerdos que después
plasmo en mis cuadros», explica. Ahí se crea una conexión entre la
mente de la artista y la pintura, se convierte en una forma de
tener un recordatorio: cosas que no le gustaría olvidar: «Por
ejemplo la autocompasión, algo que no me gusta y que no me gustaría
sentir lo plasmo y así lo puedo recordar», manifiesta.
Romanie expone en Can Texidó hasta el próximo 31 de marzo. Abierto
todos los días excepto lunes por la tarde. Iván
Muñoz