El archipiélago contará en fecha próxima pero aún no determinada con una alarma de tsunamis similar a la que ya tienen desde hace años Estados Unidos y Chile en el Pacífico. La idea es evitar lo que ocurrió en mayo de 2003, cuando un tsunami que alcanzó los 30 centímetros de altura destrozó decenas de embarcaciones deportivas en las cuatro islas principales de Balears e inundó algunos paseos marítimos, como el de Sant Antoni. Ninguno de los expertos consultados por este diario en Madrid y Palma espera en esta zona del Mediterráneo olas mayores que aquélla, al menos en los próximos 25 años. En esto son tajantes, pero no adivinos, y optan por el anonimato cuando se les piden declaraciones. Tsunami es palabra maldita desde el 26 de diciembre del año pasado.
Tras la ola de mayo de 2003, provocada por un fuerte terremoto que superó los 6 grados en la escala de Richter en Argelia con epicentro bajo el lecho marino, Puertos de Balears pidió ayuda para la previsión a Puertos del Estado, que a su vez lo hizo al Ministerio de Fomento, que encargó en febrero de 2004 un estudio al Instituto Nacional de Sismología que aún está inacabado. Este informe, que no se hará público, intenta analizar el peligro de tsunamis en todo el territorio nacional, no sólo en Balears, y establecerá niveles de riesgo por zonas.
La instalación de boyas en el Mediterráneo que avisen de la llegada de tusnamis se contempla en el estudio que está elaborando el Instituto Nacional de Sismología, en colaboración con el Instituto Nacional de Economía y Geografía. Además, está previsto este verano instalar en la plataforma de petróleo de San Carlos de la Rápita, en Tarragona, la primera estación sísmica submarina del país.
Todo el Mediterráneo español es zona de riesgo, sobre todo por los terremotos de Argelia, pero no tanto como el Atlántico, aunque los expertos no se ponen de acuerdo en algunos puntos. La mayor parte de los consultados considera que Canarias es la zona de España más expuesta a tsunamis. Otros, en cambio, piensan que no. Todos coinciden en que el punto con mayor peligro de todo España es el golfo de Cádiz, es decir, las costas de las provincias de Huelva y Cádiz. Después, en la escala de riesgo, le sigue el Mediterráneo. Toda Portugal es zona de riesgo. En 1755 un gran terremoto y las olas que le siguieron arrasaron Lisboa. Murieron 50.000 personas. En España esos mismos tsunamis mataron a mil personas en Ayamonte y Conil de la Frontera, en la provincia de Huelva.
En el caso de Balears, los puntos más vulnerables son Formentera, Sant Antoni y Santa Eulària en las Pitiüses, varios puertos del oeste mallorquín y Maó en Menorca. La Ciutat d'Eivissa -y también Santa Eulària aunque en menor medida- está protegida de posibles tsunamis generados por seísmos en el mar de Argelia por la isla de Formentera, mientras que el archipiélago de Cabrera actúa como barrera natural de contención en el caso de Mallorca. Las alarmas como las que está previsto instalar en el Mediterráneo español no conceden mucho tiempo antes de la llegada de la ola. Todo depende de la distancia del epicentro a la costa y Balears está muy cerca de Argelia, que es la zona sísmica más activa del Mediterráneo occidental.
El Sistema de Alarma de Tsunamis del Océano Pacífico, el más perfeccionado del mundo, está compuesto por siete boyas. Seis de esos artefactos son de propiedad estadounidense y uno es chileno. Las boyas detectan la presencia de movimiento sísmico en el fondo del mar y envían una señal al satélite que, a su vez, es devuelta a los centros sismológicos, para finalmente entregar la alerta al público. El sistema está capacitado para establecer una alerta lo más temprana posible que permita a las autoridades tomar decisiones para prevenir a la población de las áreas costeras. Una vez que Balears se beneficie del Sistema de Alarma de Tsunamis español similar al del Pacífico y las boyas emitan una señal de peligro, las autoridades tendrán que alertar a la población y los puertos deberán buscar la forma de cuidar los cerca de 14.000 amarres deportivos del archipiélago.
En Eivissa, en mayo de 2003, se pudo sentir el gran temblor de Argelia, pero a nadie se le ocurrió pensar en la posible llegada de tsunamis. Hoy, después del gran desastre del golfo de Bengala, nadie pensaría en otra cosa. Nadie avisó a los puertos de la posibilidad de olas con gran capacidad de penetración en tierra. Al día siguiente, cuando un gran réplica del primer seísmo desató la alarma, Protección Civil tomó medidas y llegó a desalojar el puerto de Eivissa, pero ese día no hubo tsunami.
Aquella tarde, aproximadamente una hora después del primer temblor de Argelia, el mar se retiró hasta dejar a la vista buena parte del lecho de la bahía de Portmany y los barcos más cercanos a la línea de costa se vararon. Después el mar penetró varios metros en el paseo marítimo, los barcos chocaron unos contra otros y el mar inundó bajos comerciales.
En Santa Eulària se hundió un yate de más de doce metros y en Maó se fueron a pique algunas embarcaciones.
Es éste el único tsunami del que se tiene constancia en las Pitiüses, por lo que los expertos piensan que es muy difícil que se vuelva a repetir un fenómeno similar, al menos a lo largo del próximo cuarto de siglo.