Una moto puesta a punto para andar en cualquier momento puesta en el salón de casa como si de una pieza de decoración se tratara. Eso asegura una pareja en el corro que se ha formado en torno a una NSU, igual que la suya, que fue fabricada en 1956. Observándola, los participantes en la conversación resaltan detalles y cuentan anécdotas: «Yo recuerdo que cuando los chavales veíamos una como esta que había en Sevilla se nos ponían los dientes largos», explica Juan Pérez. Otro se fija en una de las piezas del amortiguador y en la chapa de la marca, que según él es distinta en las máquinas importadas a España. Son amantes de los vehículos de motor de dos ruedas de tiempos pasados. Todos participan en el XI Rally Isla de Ibiza que organiza el Club de Vehículos Históricos de las Pitiüses que durante tres días recorre las carreteras de la zona. Entre vasos de vino y trozos de pan con embutidos típicos, el más de un centenar de personas que ha tomado parte en la concentración observa sus máquinas, que descansan en el aparcamiento del restaurante Can Caus después de haber rodado durante toda la mañana. San Llorenç, Santa Gertrudis, Santa Agnés y Sant Carles son algunas de las poblaciones por las que han pasado. Rutas para que disfruten de los encantos de Eivissa y, de paso, puedan conocer su cultura y costumbres. Se les ve felices a todos contando anécdotas y hablando de las características de sus criaturas. Y es que para algunos sus motos son poco menos que hijos. Dedican su vida a mantenerlas a punto, arreglarlas y pasear con ellas para exhibirlas. Juan, que vive en Madrid desde hace muchos años pero que no ha perdido ni el acento ni el gracejo andaluz al hablar, asegura tener 45 motos: «Casi lo único que hago todo el día es cuidarlas, porque estoy jubilado y tengo todo el tiempo del mundo, además de porque me encanta estar liado con los cacharros, claro», cuenta. Esta vez ha traído una Nimbu 750 que fue construida en 1951, uno de sus «borricos», como él las llama cariñosamente.
Pamplona, Murcia, Alicante o Madrid. Estos moteros llegan de todos los puntos de la geografía española. Y todos se deshacen en elogios no sólo a los encantos de la isla sino también a la forma de la que está organizada la concentración. Especialmente Felipe de Mena, un madrileño - «y además castizo», se apresura a señalar-, que ha acudido todos los años desde que se fundó el rally. A sus 78 años monta en moto como un chaval, según sus compañeros, una BMW R75 de la II Guerra Mundial: «Yo voy a muchas concentraciones, pero esta es una de las mejor organizadas que hay en España. Además, Eivissa es una maravilla, la isla es una cosa que encanta», reconoce con devoción a la vez que resalta el contraste que existe con la capital, «donde hay más vehículos que personas».
La mayoría ya se conoce de otras concentraciones, y algunos incluso han entablado una buena amistad a fuerza de compartir carretera y pasión por las motos. Hoy y mañana seguirán contándose anécdotas y poniéndose al día de los últimos arreglos realizados en sus vehículos históricos mientras disfrutan de las carreteras, paisajes y gastronomía de la isla. Como la paella que degustarán hoy en una cala después de una mañana sobre dos ruedas. I.M.