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Un actor infiltrado en la vida real

Ramón Bravo es un actor que interpreta personajes ficticios para provocar situaciones rocambolescas en la vida real

Ha sido sacerdote, concejal, camarero, novio, detective privado y socialista en una cena del PP. Y si le pagan para ello, lo volverá a hacer. Porque ése es también su trabajo, el de interpretar papeles ficticios en la vida real.

El actor Ramón Bravo suele ser contratado para gastar bromas a los presentes en un convite, poner el mal rollo en medio de una fiesta y jugar los papeles que sean necesarios para subir la temperatura de cualquier evento provocando a sus invitados. Pero, eso sí, cuando las cosas llegan al extremo, un lugar en asegura sentirse algo muy cómodo, llega también la redención porque la trama se desvela y él se descubre como actor. Bueno, aunque no siempre es así, porque cuando se disfraza de sacerdote hippie o de concejal de Ayuntamiento para oficiar bodas y bautizos, lo fundamental es que los invitados nunca, pero nunca, se den cuenta de que la ceremonia, ha sido en realidad, una gran farsa.

«A ver, señoritas, no son ustedes las únicas que están en el local, compórtense por favor», les increpa como un camarero mal enrollado a un grupo de amigas que celebran una despedida de soltera. «Y eso lo saben dos personas que son las que me han contratado, y que normalmente nunca es la novia», explica Ramón, que suele hacer los papeles a la carta según sea el deseo de su cliente: «Te pueden pedir que seas un camarero serio e incluso arisco, o que seas más divertido, que hagas bromas y amenices un poco. Pero lo importante es que interactúe con ellos, algo que no me resulta difícil porque yo tengo dos tipos de ideas: malas y peores», destaca.

Ramón se dedica a la actuación en Eivissa desde hace cinco años después de dejar la Guardia Civil en Palma, su lugar de procedencia. A su llegada se unió a otros actores como son Carlos Poyal, Adolfo Hidalgo y Adolfo Rivera, fundando el 'Club de la Miseria', para actuar con ellos, cada miércoles, en el bar Es Cantó de Sant Antoni, donde hace monólogos cuando no tiene un bolo en la vida real.

Este trabajo añadido le ha llevado también a meterse con un importante político de la isla en una cena, en su propia casa. «Fui contratado por la familia e interpretaba a un amigo lejano que no era muy de derechas. Fui con coleta y gafas, y la verdad es que lo tuve bastante engañado», relata Ramón, que encontró curiosa esta actuación porque en el súmmum de la provocación se declara «actor y de derechas».

Luciana Aversa

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