EUGENIO RODRÍGUEZ
La cosecha de cereales va a sufrir pérdidas de nuevo este año a causa de la falta de agua en primavera, especialmente en abril, cuando sólo llovieron 11 litros, lo que supone un 25 por ciento menos de lo que se considera normal. Bernabé Linero, responsable del departamento de ingeniería de la cooperativa de Santa Eulària, calcula que las pérdidas de la cosecha serán de un 35 por ciento de media aproximadamente. Aunque el régimen de precipitaciones de otoño e invierno estuvo por encima de la media, Linero asegura que el agua del mes de abril es clave puesto que condiciona «el llenado del grano», es decir los nutrientes, el gluten y los hidratos de carbono, lo que supone su poder alimenticio. Las lluvias de otoño e invierno contribuyen al crecimiento de la planta, por lo que Linero advierte de que el aspecto actual del campo pitiuso, con largas espigas, puede resultar engañoso. «Las espigas son muy grandes y hermosas, pero lamentablemente el grano de cereal va a pesar menos. Ya se está notando en lo que se está segando», explica.
La recolección arranca a mitad de junio, pero en estas fechas el grano, insiste Linero, debería estar más gordo, «y no lo está por la falta de lluvia del mes de abril». La fecha crítica es ese mes: «Si llueve en abril se garantiza el 50 por ciento del éxito del cultivo», indica Linero, quien, además, asegura que el daño ya es «irremediable». Actualmente se está segando la planta entera para su uso como forraje, pero a partir de la segunda quincena de junio se emplea la cosechadora para separar el grano de la paja, que, en este caso, ya no tiene la misma capacidad alimenticia. El técnico de la cooperativa de Santa Eulària asegura que si en abril hubiera llovido entre 20 y 30 litros de agua por metro cuadrado, se hubiera logrado «un cosechón». De todos modos, la producción de este año será mejor que la del anterior, en la que, aparte de la sequía sufrió las heladas de los primeros meses del año. Recuerda Linero que las pérdidas del año pasado llegaron a ser del 60 por ciento en la zona de Santa Eulària. «Ese año fue desastroso», indica Linero, quien reitera en que en el caso de la producción de grano el agua es el factor determinante. «No hay más», dice. Incluso asegura que tampoco hace falta que llueva mucho, pero sí que lo haga en momentos puntuales, como abril, que es cuando se produce el engorde del grano.
Precisamente, la temporada pasada, la planta tuvo agua en otoño para germinar, pero no la suficiente. Sin embargo, las posteriores heladas de enero retrasaron su crecimiento y, luego, ya no volvió a llover más en lo que fue un mal año para el campo. A todo ello, se añade que la producción de grano de la isla es deficitaria, lo que obliga a comprar fuera parte del alimento para el ganado. El grano se destina casi íntegramente a la alimentación del ganado, aunque aún hay agricultores que mantienen viva la tradición de elaborar pan.