MMarga Molina demuestra con sus movimientos en el escenario que tiene duende, sensualidad y magia. Esa magia que siempre la ha caracterizado y que con 14 años la llevó a ser seleccionada por Antonio el bailarín mientras estaba en una clase en la academia a la que acudía por aquel entonces. «Desde niña me gustaba el flamenco. Antonio el bailarín, que estaba en el Ballet Nacional, vino a la academia donde yo estaba y entre las niñas que había se quedó conmigo, le encanté», cuenta Marga. Para la bailaora, diseñadora y coreógrafa ese descubrimiento fue muy importante: «Hablé con mi padre, pero no me dejó acudir a las clases de Antonio porque quería que sólo estudiara».
Sin embargo, ese pequeño obstáculo no le quitó el sueño de convertirse en una gran bailaora porque con 17 años vio como su anhelo iba tomando forma: «Con esa edad conseguí un contrato con Antonio del Castillo y se lo puse a mi padre encima de la mesa. Le dije 'me lo tienes que firmar porque soy menor de edad, iré de gira veraniega y luego retomo los estudios' y, finalmente, accedió a la firma». Desde entonces no ha parado de trabajar en numerosas compañías importantes y con gente igual de relevante en el mundo del flamenco, como pueden ser Antonio Canales, Joaquín Cortés o Rafael Amargo, hasta que un día decidió cambiar de vida: «Sentí que quería ser madre y, por eso, me vine a Eivissa, para desconectar del ajetreo de la capital y estar tranquila durante la maternidad y en la nueva etapa que comenzaba». Una vez en la isla comenzó a impartir clases de danza clásica, española y flamenco en el centro de danza de Marisol Roig-Francolí, aunque su entrada en la docencia se produjo cuando estaba en la capital. Con el paso del tiempo abrió su compañía de baile y empezó a trabajar en hoteles, fiestas privadas de gente famosa y teatros de España. «En Eivissa hacen falta grandes espacios, como, por ejemplo, teatros para hacer montajes grandes y que queden muy vistosos», cuenta Marga. En sus espectáculos queda patente la fusión de estilos: «El flamenco es ilimitado, me gusta mezclarlo, por ejemplo, con bailes regionales como la jota». Y añade: «El flamenco se puede fusionar con lo que quieras». Para ella el flamenco es pura pasión: «Sin alma no hay espíritu, sin espíritu no hay amor, sin amor no hay pasión y sin pasión no existiría el flamenco».
Marga Molina siempre se ha caracterizado por ser una mujer temperamental, pasional y luchadora, aunque pocas personas se acuerdan de su lado más sensible: «Bajo ese imagen de luchadora está mi espíritu soñador, un gran romanticismo y una enorme sensibilidad», afirma Marga.
María José Real
Este año como novedad en la isla se ha celebrado el concurso de flamenco enmarcado en el programa de fiestas de la Feria Andaluza. «Han habido muy pocos participantes entre los que ha destacado la participación de la etnia gitana», cuenta Marga. Según ella estaba un poco desorganizado pero, de cara al año que viene, piensan mejorarlo todo lo posible.