Willem III' es el nombre de una embarcación de 1953, realizada en madera y acero, que recuerda en su estética a los legendarios barcos corsarios que surcaban las costas pitiusas en busca de algún botín durante épocas pasadas. Su imagen, cuidada hasta el último detalle, luce sobre su cubierta de madera amplios sofás blancos y mástiles de grandes longitudes sobre los que cuelgan velas de color negro azabache con una calaveras impresas sobre ellas. No obstante, lo que más sorprende al visitante es su aseo con un gran portón de madera maciza y una pila de piedra antigua, una verdadera obra de arte que fue importada desde Holanda, hace diez años, por el francés Thierry Dupuy, quién ahora realiza excursiones para escolares.
En este sentido, ayer un grupo de cinco estudiantes iniciaron su particular aventura adentrándose en las aguas pitiusas a bordo de este velero. En él, los jóvenes de 12 a 13 años pudieron sentir la esencia de un verdadero marinero. «Les enseñamos los nudos básicos, maniobras de vela, llevar el timón aprendiendo donde está babor, estribor, popa y proa, orientación, vientos...», precisó el marino Thierry Dupuy acerca de los diversos talleres de educación en el mar que combinaron con un bonito trayecto que recorrió zonas protegidas de posidonia en s'Espalmador, ses Salines e Illetes y que tuvieron como objetivo concienciar a los jóvenes sobre la necesidad de mantener este hábitat natural. «El mar te aporta mucho equilibrio, seguridad y confianza en ti mismo, porque tienes que tomar decisiones y actuar en cuestión de segundos», añadió el marino francés, quien heredó de su padre el amor y el respeto por el mar. Por su parte, otro de los miembros de la tripulación, Nuria Roig, destacó «los valores de cooperación y compañerismo» que generan estas actividades al tener que organizarse en los diferentes trabajos, entre los que también se encontraron juegos en la playa de Illetes.
Irene Luján