a rapidez y la inmediatez dominan nuestra sociedad, pero para Dragos, un fotógrafo ambulante que estos días ofrece su arte en la Plaza del Parque, la cantidad de fotos que se pueden hacer con una cámara digital no equivale a mayor cantidad. Y esto es lo que hace que su fotografía sea tan especial, todo el mundo puede tener acceso a una buena fotografía, hecha con una moderna cámara digital. Pero para este fotógrafo rumano, la perfección que se intenta conseguir con una cámara digital no es el objetivo a alcanzar. «Mis fotografías son muy especiales, desde luego no son productos prefabricados», asegura Dragos.
Este artista, estudió fotografía en Rumanía, en el centro de Transilvania y siempre estuvo muy interesado en la fotografía antigua y ha trabajado durante muchos años con ordenadores. Dragos comenta, «Conozco el photoshop de arriba a abajo y he diseñado multitud de páginas web en Flash, pero sentía que no estaba haciendo algo especial al hacer ese trabajo». Según Dragos, la fotografía actual busca desesperadamente la perfección y en su creativo discurso confronta la idea de calidad y cantidad. «Esta cámara me ha enseñado que no me gusta la perfección, me resulta aburrida. Muchas fotos no te garantizan un resultado especial», añade.
Lo que ofrece este hombre es todo un show ambulante. El hecho de trabajar bajo una capucha negra, sugiere misterio y ese halo de intriga atrae a muchos curiosos. Nadie sabe qué pasa exactamente bajo la capucha y tras unos minutos de exposición manual, aparece una foto, como por arte de magia.
Y es que todo el proceso desde que se toma la foto hasta que finalmente el cliente puede llevársela requiere unos 20 minutos. Tras la exposición negativa, se realiza una exposición positiva que tiene que revelarse en agua y dejarse secar completamente. Para esto, Dragos cuelga las fotos en los árboles, lo que le da a la escena un toque más teatral. «Uso papel fotográfico moderno, pero el proceso es el mismo que el de un fotógrafo de los años 30 y 40. Uso papel, porque es mucho menos sensible que el film fotográfico y las condiciones atmosféricas de luz, inapreciables para el ojo humano, son muy significativas en el negativo, por eso utilizo papel que es muy poco fotosensible. Y me permite hacer la exposición a mano», comenta.
Tras el invento de cámaras compactas, que podían transportarse fácilmente, el servicio que ofrecían los fotógrafos dejó de ser una necesidad. De hecho, hoy en día nadie que quiere ser retratado por Dragos lo hace por la necesidad de conservar una imagen, sino porque buscan un producto único y especial. Y es que su trabajo es como el de un artesano, «para mí cada fotografía que hago me recuerda a las epifanías de James Joyce. En nuestra vida cotidiana existen pequeños momentos de auténtica belleza. Son momentos únicos, bellos, irrepetibles y cruelmente escasos. Esa efímera sensación, que el escritor irlandés denominó epifanía es lo que pretendo encontrar con mis imágenes».
Tal es la pasión que pone en su oficio que logró crear esta cámara de la nada. «Una cámara como esta está al alcance de todos, ¡hay tanta información en Internet! Pero esta nació de la basura, literalmente. «Con pequeñas cosas de aquí y de allá he logrado crear y mejorar cámaras anteriores y resulta fascinante». l Laura Tur