Cuando el Mago Dantés presentó como «el pequeño gran mago» a uno de los ilusionistas que iban a participar en el show, poca gente del público se podía imaginar que se trataba de un precoz aprendiz de tan sólo 12 años. Con la habilidad y la seguridad de quien lleva sobre el escenario mucho tiempo, Iván el Magnífico, como se llama este joven, realizó varios trucos, cómo el de hacer desaparecer un dado gigante y que más tarde apareciera en el interior de la copa de un sombrero. El público, con una edad también llena de magia, ya eran personas de la tercera edad de la residencia de Reina Sofía, se mostraba a vece escéptico a veces impresionado. Y se llegaron a oír gritos entre el público de «eso lo se hacer yo», cuando el mago mostraba su torpeza en clave cómica, un recurso muy utilizado. Sin duda en la tarde de ayer los protagonistas fueron, por un lado, los abuelos, un público que quedó encantado con la actuación, y, por el otro, el mago más joven después de Harry Potter, al que Iván no admira para nada. «Lo que le interesa es la magia de verdad. El dice que eso son tonterías y fantasías», comentó la madre del joven. No fue el único que actuó. También lo hicieron el Mago Dantés, que además hizo de maestro de ceremonias, y también el Mago Almer, que dejó a más de un abuelo con la boca abierta cuando se escapó de una camisa de fuerza.
Si dicen la palabra 'magia' enseguida aparece una imagen muy común: una gran chistera y un conejo blanco que aparece con cara de no haber estado nunca ahí . Pero esos trucos, demasiado evidentes y anticuados, han evolucionado y han sido sustituidos por otros donde se tiene más en cuenta la habilidad, las formas elegantes y la rapidez con los dedos, donde se tiene en cuenta al público y se le entretiene con humor y con buenos artificios y en ellos se usan objetos comunes y algunos propios del mundo de la ilusión. Esto fue lo que ofrecieron ayer los tres magos, Dantés, Iván y Almer, a los mayores del Reina Sofía.