Le encanta comer calamares y si bien el primer día se mostraba tímida al nadar, ahora no hay quien la pare. Prueba de ello son las dificultades que tiene Pablo Valdés, el biólogo del Centre de Recuperació d'Espècies Marines (CREM), en cogerla para comprobar si tiene manchitas en su caparazón. Enriqueta tiene 25 años y llegó a este centro de recuperación porque se le había enredado una red en la aleta izquierda: «La tenía un poco estrangulada y no podía nadar bien. Ahora está completamente recuperada y seguramente se irá de aquí la semana que viene, cuando los técnicos de la Conselleria la vengan a buscar», explica Pablo. Esta tortuga boba comparte sus días en el centro con otras 30 especies más entre las que se incluyen peces como el mero o la dorada o pulpos, como Otto, otro de los más queridos en el centro: «Generalmente les ponemos nombres a los que les tenemos más cariño», puntualiza el biólogo.
Durante estos días, la tortuga Enriqueta es uno de los animales que más expectación genera entre los visitantes: «Normalmente suelen preguntar mucho cuanto más extraño o peligroso es el animal; a los visitantes les gustan mucho las tortugas».
Generalmente, los animales que llegan a este centro de recuperación de Sant Antoni han vivido alguna experiencia relacionada con una mala acción del ser humano: «Falta un poquito de conciencia entre la población. No se pueden tirar colillas o plomos de pescar al mar porque contaminan mucho». Además, las redes y los anzuelos, por ejemplo, suelen ser trampas para los animales, como le pasó a Enriqueta o a Gertrudis, otra tortuga boba que el año pasado también estuvo unos días recuperándose en el CREM. María José Real