Hace unas semanas, una joven concejala del PP en Cort hizo un comentario sobre la presidenta de los populares. «A Estaràs le quedan dos telediarios», comentó. Al final se ha cumplido el vaticinio. Unos meses antes de lo previsto, Estaràs abandonó el barco popular. La travesía no ha sido fácil. Entre Delgado, la corrupción, Pastor, Rodríguez y todos los que rajaban en los bares, el camino de Estaràs ha sido más que complicado. Seguramente su marcha ha sido inoportuna -a dos semanas del debate autonómico- pero humanamente es comprensible. Políticamente, no. A Estaràs le colocaron «un marrón», como ella misma reconoció semanas después de ser elegida, porque Matas decidió irse. Los mismos que callaban ante cualquier decisión de Matas aprovechaban la debilidad de Estaràs para sacar partido a sus ambiciones personales. Había que repartirse el botín y Estaràs era un estorbo. Aún así, Estaràs ha cometido algunos errores de bulto. El último, el más sonado, permitir que Durán siguiese como portavoz tras ser puesto en libertad bajo fianza. La elección de Estaràs como eurodiputada era, en principio, una estrategia para que la ex presidenta pudiese oxigenarse. En ese momento, Estaràs decía que quizá podría ser candidata en 2011. Pocos meses después la realidad era muy distinta. Estaràs preparaba su sucesión y sólo le faltaba poner fecha. En principio, la intención de Estaràs era que Bauzà cogiese el timón en diciembre o enero. La arritmia, las presiones familiares y los problemas internos anticiparon la decisión de Estaràs. Humanamente comprensible, pero reprochable desde el punto de vista político.
Juan Mestre