Cuenta que, al contrario de lo que muchas personas le dicen, Glenda no es su nombre artístico sino el real porque su padre decidió que tanto ella como sus hermanos tendrían nombres no vinculados a la religión: «Cuando era joven tenía un cacao enorme porque mi padre es absolutamente ateo y mi madre muy católica. Entonces yo no sabía quién tenía la razón. Y por eso empecé a preguntarme y preguntarme. En la universidad participé en un festival de música diocesana de protesta contra Pinochet y el premio fue una Biblia. Al principio la leía, apuntaba preguntas, subrayaba extractos y no entendía nada, pero hubo un momento que ya entendí lo que quería decír y sentí una presencia en mi interior que creo que todo el mundo debería sentir. Fue así como encontré al Señor».
De esta manera, la hermana Glenda decidió dejar a su novio y a su familia para dedicarse por entero a difundir la palabra de Dios. Para conseguir atraer al sector más joven de la población utiliza métodos menos tradicionales que la oración y asistir a misa, por ejemplo. «Las formas tradicionales son las que suelen rechazar los jóvenes. Trabajamos el barro, los movimientos, la música, pinturas religiosas...los jóvenes reaccionan muy bien que para mí es un milagro. Después de los talleres consiguen acercarse a la dimensión religiosa».
Y con el objetivo de acercar a niños y adolescentes a la dimensión religiosa, la hermana Glenda visitó ayer el colegio Mare de Déu de les Neus y Nuestra Señora de La Consolación para impartir sus talleres de interioridad. «Se trata de despertar esa interioridad. Hay muchos prejuicios hacia la religión; siempre les digo a los niños que seguro que piensan que ser religioso es ser como Flanders de Los Simpsons. Ofrezco otro tipo de acceso a la interioridad, más que a la religión, porque tarde o temprano todos nos preguntamos por la vida, por la muerte o por si realmente hay Dios, por ejemplo». La hermana Glenda asegura que en esos prejuicios también juega un papel importante el lenguaje: «Utilizamos las mismas palabras que hace un montón de años. Cuando conseguimos liberarnos de los prejuicios es cuando la dimensión religiosa brota espontáneamente», precisa la hermana Glenda. Ya por la tarde ofreció un recital de música en Sant Jordi.