Carles Fabregat Sans (Barcelona, 1951). Estudió Bellas Artes. Ha tocado casi todas las artes, como la escultura y el diseño gráfico, para dedicarse finalmente a la gestión cultural y a la organización de eventos culturales. Desde 1977 era habitual de los veranos de Eivissa. Tras dedicarse al diseño gráfico en Barcelona, confiesa que «se lió la manta a la cabeza» y se vino a Eivissa a hacer escultura hasta 1982. Es director del espacio cultural de Can Ventosa desde 1999, que compagina con otra de sus pasiones: el cine. Organiza eventos culturales, junto a sus amigos Toni Roca y Julio Herranz, y ciclos de cine como el archiconocido «Anem al cine». Otra faceta suya, tal vez más desconocida, es el psicoanálisis que estudió durante diez años.
-¿Qué obra le hubiera gustado llevar a Can Ventosa?
-Un montaje muy bueno de «La Gaviota» de Chejov que era muy bueno pero no cabía.
-¿Cuándo está previsto modernizar Can Ventosa porque antes las sillas eran un poco incomodas?
-Cambiamos las sillas móviles por la butacas fijas. Por el mundo hay butacas más cómodas pero yo pienso que estas lo son suficiente. Ahora no tenemos quejas como antes.
-¿Qué actriz le quita el sueño porque es un poco mitómano?
-(Risas) No soy de los cinéfilos especialmente mitómanos como mi amigo Toni Roca, pero si tuviera que decir una actriz diría Keira Knightley, me gusta especialmente su papel en «Orgullo y Prejuicio».
-¿Cree que Zapatero está para hacerse un psicoanálisis con la que está cayendo ahora?
-(Risas) Seguro que le vendría muy bien, aunque yo parto que le vendría bien a todo el mundo, lo aconsejaría.
-¿Qué le ha obligado el corazón dejar aparcado porque le dio un buen susto?
-A lo mejor un poco el teléfono móvil. Desde que tuve el problema de coronarias creo que lo que he intentado aparcar un poco. Era una de esas personas pegadas al teléfono móvil.
-¿Cuál es la última película que ha visto y la que más le gusta?
-La última que he visto es «La cinta blanca» de Michel Haneke, que me parece una maravilla. Imagínese que hay películas a lo largo de mi vida que me han gustado pero la que me ha dejado un buen recuerdo es «La cinta blanca». También es magnífica «Un profeta», de Jacques Audiard.
-Ha tocado casi todos los palos del arte ¿Con cuál se queda?
-A pesar de que he hecho escultura y espero hacer un libro de poesía, me quedo con el cine. No se sido actor ni director, sólo crítico. El cine es el único arte al que se le destina la palabra amante, aunque a veces también se dice amante de la música. El cine es algo que me ha privado durante toda la vida.
-¿Se ha encontrado como crítico de cine con alguna situación embarazosa?
-Sí, coincidí en una cena con el dueño y programador de uno de los cines de Eivissa y cuando se enteró que estaba cenando conmigo estuvo el resto de la cena metiéndose conmigo por la crítica de la película «Despertares».
-¿Qué público es el más agradecido, el del cine o el del teatro?
-El del teatro es muy agradecido. Especialmente el de Eivissa. La inmensa mayoría de grupos de teatro que viene a Can Ventosa los pondera el público ibicenco. Es tremendamente cálido, aplaude, ríe, se emociona. El teatro tiene la ventaja de que los actores son de carne y hueso cuando se produce la emoción es mucho más intensa.
-¿No le han quedado ganas de tirar un tomate porque lo mala que era la obra?
-El público, en general, es muy educado. A veces lo que hay son malas caras. Bueno, una vez vino un cantaor de flamenco en baja forma, el Potito, y cantó sólo media hora. Fue hace diez años y produjo mucho malestar no por cómo cantaba sino porque estuvo sólo media hora y el público se enfadó. Ese día lo pasamos mal en Can Ventosa.