Llega, aparca su coche y, con aire pausado y tranquilo, sube las escaleras que le llevan a la terraza del faro de es Botafoch. Arriba, el viento sopla con fuerza y mientras mira a quienes corren por el paseo marítimo, Santiago Ribas explica cómo empezó a cuidar los faros de Eivissa y Formentera: «Aprobé oposiciones estatales en 1985. Éramos 300 para 30 plazas. Una vez aprobados los exámenes hice tres meses de teoría y prácticas: electricidad, mecánica, de todo un poco. Más tarde estuve haciendo prácticas en un faro, el más cercano que encontré fue en Tossa de Mar (Girona)». Acabado el período práctico, Ribas solicitó destino en Castellón: «Pero allí estuve en una plaza de nueva creación que pertenecía a costas. Estuve en oficinas ocho meses y después regresé a Eivissa, primero al faro de la Mola y más tarde, aquí, en el de es Botafoc».
Así fue como este ibicenco volvió al lugar donde nació, creció y vivió hasta los 16 años: el faro de la Mola de Formentera. «Mi vida siempre ha estado ligada a los faros. Mi padre fue técnico también,», puntualiza Ribas para quien lo que más le gusta de su trabajo es disfrutar de los paisajes: «Y vivo aquí, no se puede pedir más. Siempre estoy en lugares especiales y eso me encanta. El único inconveniente es que el viento siempre pega de todos lados y eso, en invierno, es un poco duro». Uno de los aspectos que más destaca de su trabajo y residencia en el faro de es Botafoc es la tranquilidad que encuentra, tanto en invierno como en verano: «En invierno se ve menos gente paseando y haciendo deporte, pero siempre hay alguien. Cuando llegan los barcos, lógicamente, se ve más movimiento».
Y sobre la curiosidad que sienten ciertos transeúntes por conocer cómo es el faro por dentro, Ribas cuenta que en mas de una ocasión: «ha habido alguno que intenta colarse por las verjas y otros tantos abren la puerta de abajo para pasar porque piensan que se puede visitar». A escasos metros de su peculiar casa y lugar de trabajo está ubicada la casa de su compañero de faenas, Salva Sanz.
Ribas cuenta que su día a día se alterna en tierra y mar: «Hay días que sólo estamos en tierra haciendo trabajo de oficina o bien preparando salidas al mar Y otros que hacemos ruta por los diferentes faros». Entre Eivissa y Formentera hay 40 luces de guía y cuatro faros: sa Conillera, Tagomago, es Pou y es Penjats (Es Freus) y la Mola.