Haciendo un recorrido por los mercadillos más conocidos de Eivissa se puede comprobar la multitud de gente que sigue acudiendo a ellos cada semana. Porque queda claro que las ventas han bajado un poco, pero no la afluencia.
En el mercadillo de Punta Arabí, Gabi, la responsable del puesto de información y merchandising del Hippy Market, cuenta que «es curioso que siendo las fechas que son aún hay mucho público, pero ahora viene más tarde. Antes estaba lleno desde las diez de la mañana y ahora hasta las doce no hay casi nadie, ahora menos dinero que antes se podían gastar 40 euros en vestido lo que ahora es impensable».
«Tengo cosas que son más baratas. Ahora hay que hablar más con la gente porque cada vez son más exigentes y se piensan la compra si tienes el color exacto o no», explica su visión de la situación la dueña de uno de los puestos más originales del mercado en el que vende camiseta, pareos y pañuelos psicodélicos de colores. En general, el mercado está igual, a pesar de la crisis, siempre hay que animar a la gente y ser agradables. Pero todos apuntan que para afrontarla ha habido que bajar los precios.
En los puestos de plata del puerto de Eivissa, Juan Antonio Viva, uno de los vendedores, explica que se han acortado las temporadas: «Antes duraban desde Semana santa hasta final de octubre. La intrusión de algunos que traen material exótico a menor precio ha hecho que se desvalorizara la artesanía y ahora la gente no está dispuesta a pagar un precio alto por ésta. En invierno tendremos que buscarnos otra fuente de ingresos. El turismo español era el que más gastaba; ahora no puede y menos con la falta de trabajo».
«Hemos pasado épocas muy buenas y muy malas, pero siempre ha habido turismo. El problema es que lo que es negocio para muchos no es negocio para nadie», añadie Juan Antonio.
Otro de los vendedores de la zona, Carlos, cuenta que en los años 30 años que lleva aquí «nunca me ha pasado lo que hasta ahora: Antes al que vendía 400 euros le había ido mal el día y ahora hay noches en que vendo 10 euros. El público no tiene dinero. Además, se está ofertando el todo incluido en los hoteles y hay puestos de bisutería dentro de los recintos».
Ana, una vendedora de pulseras hechas a mano, dice que «llevamos dos años malos. Personalmente he tenido que cambiar de material. La gente viene en vuelos muy baratos y no trae dinero. Lo que vendemos son caprichos, así que estos son en lo último en que se lo gastan. Ademas, los pagos por cada módulo son muy elevados. Hay que luchar cada día y trabajar más para conseguir los mismo resultados de antes».