A finales de 1940 Antonio Roselló, de Sant Rafel, se hizo con unos terrenos en Puig des Molins, en Eivissa, en los que poco tiempo después comenzaría a construir la pensión Mar Blau. Para poder llevar a cabo el proyecto requirió la ayuda de su hermano mayor, Juan, con quien compartiría gran parte de la vida de este proyecto.
Mar Blau abrió sus puertas al público el 29 de junio de 1951. Disponía entonces de tres habitaciones, restaurante y 'terraza de fiestas', «por cierto, que fue inaugurada por la orquesta Hawaii que vino expresamente de Palma para el evento». Así lo recuerda hoy Juan Roselló, sobrino de Antonio e hijo de Juan Roselló, promotores de la idea original de este negocio.
En los folletos publicitarios de Mar Blau, que diseñó un conocido escultor y cliente del hostal, decía: «espléndidas habitaciones, una vista maravillosa, cocina selecta, agua caliente y fría en todas las habitaciones. Visítelo aunque solamente sea para conocerlo». Y así lo hicieron los numerosos clientes que forman parte de la historia del hostal que, además, llega a su sesenta cumpleaños.
La sala de fiestas, sin duda fue uno de los grandes logros del lugar y según su dueño «la primera de Eivissa». Abría cuatro días a la semana: los martes, jueves, sábados y domingos y lo hacía desde las diez de la noche hasta las dos de la madrugada. Los días del baile no fueron elegidos de manera aleatoria, «coincidían con los cuatro días en los que en la tradición ibicenca se podía cortejar a las mozas». Los bailes, según Juan Roselló, eran muy animados y para ello tenían varias orquestas contratadas que acudían a tocar.
«En aquellos años, -rememora el propietario-, había una norma por la que teníamos que tener los baños de las mujeres y de los hombres separados completamente, y así lo tuvimos que diseñar en la obra».
Prendas indecorosas
Y es que las normas eran muy estrictas en aquellos años, «también teníamos que tener en la recepción del hostal, como un documento más, un bando de la Delegación del Gobierno de Eivissa y Formentera que se refería a un régimen de playas y piscinas» y por el que se prohibía, literalmente, «el uso de prendas indecorosas, como las llamadas 'de dos piezas' para las mujeres y 'slips' para los hombres. Aquéllas deberán llevar el pecho y la espalda cubiertos y usar faldilla y éstos pantalones de deporte».
En cuanto a los precios del hotel, Roselló guarda todavía la documentación que acredita que en los años cincuenta se podía dormir en Mar Blau por 40 pesetas en temorada alta y por 30 en los meses de invierno. El desayuno costaba 10 pesetas y la comida y la cena 55. La pensión completa tenía un coste diario de 95 pesetas.
«Antes la gente venía por estancias largas de casi un mes, la mayoría de sus vacaciones, sólo se dejaban lo justo para el viaje y prácticamente todos los establecimientos trabajábamos con clientes privados», añora nostálgico Juan. «Luego las cosas fueron cambiando, aparecieron las agencias que fueron una gran cosa para los grandes ya que podían mover grandes masas de gente».
Juan Roselló no critica a las agencias porque, dice, ha tenido la suerte de trabajar con firmas cumplidoras «y si dejamos de trabajar con ellas fue porque querían más camas y nosotros queríamos guardar alojamiento para los clientes habituales».
Muchos y muy famosos han sido los huéspedes de Mar Blau, algunos de reconocida fama internacional como Esther Williams o Fernando Lamas, otros conocidos en nuestro país como el Dúo Dinámico.
Había una moda en aquellos años, señala gracioso Juan, que consistía en que los que se iban en barco tiraban un rollo de papel desde arriba y los de abajo lo cogían hasta que empezaba a marchar el barco y se acababa el papel. Al que más le durara el rollo todo el mundo le aplaudía. «La pega estaba en que cuando unos huéspedes se marchaban y otros acudían a despedirles, no había manera de encontrar papel higiénico en los baños el hostal».
El hotel ha sido ampliado en dos ocasiones y hoy cuenta con 28 habitaciones que pueden acoger a 57 huéspedes. Ya son tres las generaciones que se han puesto detrás de la recepción del Mar Blau y han cautivado a su clientela. Su actual propietario, Juan Roselló, está convencido de que la pensión seguirá adelante aunque, reconoce, que no tiene claro el modo en que sus cinco hijos conseguirán encontrar la fórmula para regentar Mar Blau en un futuro.
En aquella época, recuerda Roselló, el aeropuerto era militar y las pistas eran de tierra, «por cierto muy fértil y en la que crecía muy rápido la hierba».
Al parecer, si no se cortaba esta hierba, se enredaba entre las ruedas de los aviones entorpeciendo su marcha y estropeando su buen funcionamiento.
Por este motivo, comparte en tono jocoso hoy Juan Roselló, «había un batallón formado por unas veinte ovejas que se soltaba cada vez que iba a despegar o aterrizar un avión en la pista con el objetivo de que se comiera la hierba y de este modo dejara el suelo en perfecto estado para su uso habitual».