Que los clásicos no pasan de moda es un hecho. Sin embargo, en algunas ocasiones también es bueno darles una vuelta de tuerca para hacerlos más comprensibles a las niños de las nuevas generaciones. Esto es, al menos lo que piensa la compañía mallorquina Factoría Cultural con su versión del Lazarillo de Tormes, que lleva por nombre Conociendo a Lázaro, representada ayer por la mañana en el Auditorio de Can Ventosa de Vila.
A la obra, que comenzó a las diez y media de la mañana, asistieron un total de 310 alumnos de edades comprendidas entre los 10 y los 15 años de los centros Virgen de las Nieves, Sa Graduada, Sa Colomina y Can Misses. Y todos ellos, a pesar de alguna reticencia inicial sobre todo entre los más mayores, salieron luego entusiasmados con esta nueva versión. En ella, la protagonista es Clara, una niña mala estudiante y rebelde, que buscando a su gato por la buhardilla de la casa de su abuela descubre en un baúl un ejemplar muy particular de esta famosa obra anónima, del que, tras quedarse dormida, aparece un espíritu que dice ser el propio protagonista dispuesto a contarle sus episodios más famosos.
Los actores encargados de dar vida a los dos personajes fueron Kevin G. Martos e Irene Salord, expertos en la representación de esta obra que, según la propia Irene, «ya sabemos que siempre funciona entre todos los públicos ante los que la hemos hecho».
Y la mañana de ayer en Vila no fue una excepción y también arrasaron. Juntos en el escenario durante más de setenta minutos lograron arrancar las carcajadas del auditorio de Can Ventosa de forma constante gracias a la mezcla de lenguaje del Siglo de Oro con el actual del siglo XXI. Con ello demostraron, como decía Irene antes de comenzar la función entre bambalinas, que «los clásicos de nuestra literatura y nuestro teatro no tienen porqué ser aburridos para las generaciones de las consolas y los ordenadores portátiles».
A eso también ayuda, como afirma la actriz, que «los niños que acuden a ver la obra se sienten identificados con el personaje de Clara». Algo que Irene consigue hablando con el vocabulario que emplean en su día y haciendo los gestos que hacen normalmente ellos cuando están en el colegio con sus amigos.
Precisamente fruto de ello se consiguieron momentos especialmente hilarantes, como cuando Clara quiere hacerle una foto a Lázaro con su teléfono móvil «del jurásico para envíarsela a sus amigos y 'fardar' ante ellos», o cuando el protagonista de la novela se presenta por primera vez diciendo aquello de «a mí me llaman Lázaro de Tormes, hijo de Tomé González y Antona Pérez, naturales de Tejares, aldea de Salamanca...» ante la cara de incredulidad de Clara que «alucina con la familia tan rara que tiene este tío».
Con ello, Kevin e Irene, consiguieron el siempre difícil objetivo de tener enganchado y atento a este auditorio tan partícular con unas edades muy difíciles para los actores. Àmbos lo hicieron, y además lograron uno de los fines fundamentales que, según Kevin, persigue la representación, y que no es otro que «acercar este entrañable clásico de la literatura universal a los más jóvenes, de una forma entretenida y original».
Además, seguro, que la mayoría de ellos, después de ver la obra con sus amigos en el Auditorio de Can Ventosa volvieron a sus casas conociendo algo más de los episodios más relevantes de El lazarillo de Tormes, descubriendo también que esta novela es una lectura cercana y divertida que merece la pena leer sin reticencias