Los ciudadanos de Eivissa se lanzaron ayer por la noche a la calle para invadir de forma pacífica el Paseo de Vara de Rey de Vila movidos por el lema 'Eivissa, Toma la calle', en una concentración de personas que hacía mucho tiempo que no se veía en la Isla.
Incluso la animación fue tal, que tras una asamblea que se celebró a las once de la noche, algunso de los presentes mostraron su predisposición a quedarse acampados en el lugar, aunque la Junta Electoral y los organizadores aseguraron que, a partir de las doce de la noche, podrían ser desalojados, ya que no se permiten manifestaciones en la llamada 'jornada de reflexión' de hoy.
Amplia respuesta
Antes según los organizadores, se llegaron a juntar cerca de unas mil personas de todas las edades y condiciones en el lugar. Ni los más optimistas se esperaban que la respuesta fuera a ser tan masiva, como demuestra que los propios organizadores, pasados pocos minutos de las ocho de la tarde, ya se habían quedado sin las pegatinas con el lema de la convocatoria y que prácticamente todo el mundo llevaba adherida a su cuerpo.
La concentración destacó por desarrollarse en un ambiente festivo y respetuso, mientras el comité organizador, uniformados con sus chalecos amarillos reflectantes intentaba mantener un cierto orden dentro del relativo caos. Llamó la atención el nivel de coordinación con delegaciones de limpieza, recogida de firmas, internet o un curioso taller de pancartas.
Esta iniciativa fue todo un éxito ya que fueron muchos los vecinos que se acercaron hasta el lugar donde los organizadores les cedían cartones de todo tipo para que pusieran las consignas que siguieran y las convirtieran en su voz. Con ello, al poco tiempo, un mar de eslóganes y pancartas de todo tipo invadió el lugar.
Tampoco faltaron hechos distintivos de la Isla como el tradicional brular d'es corn, que sonaba antes de que se iniciaran cantos como «no es una crisis es una estafa» o «Eivissa despierta, se manifiesta», cerrados después con grandes ovaciones. Precisamente los mayores aplausos se los llevaron los dos jóvenes que leyeron los manifiestos aprobados en Madrid, primero en catalán y después en castellano, escuchados en un más que respetable silencio.