De manera cien por cien ecológica. Así vive la familia Brauntschen en su agroturismo Can Martí. Y es que este matrimonio formado por Peter e Isabelle y sus hijos Paco y Tom son el vivo ejemplo de que esto se puede conseguir sin problemas.
Son unos firmes creyentes de la idea de que «apostar por el medio ambiente es la mejor manera para dejar un planeta bonito que nuestros hijos y nietos puedan disfrutar» y por eso aplican a ello todos sus esfuerzos.
Una filosofía que Peter ya intentaba aplicar cuando vivía en Suiza dónde «ya hace muchos años tenía una casa con un jardín ecológico y una huerta donde cultivaba la mayor cantidad de productos sanos posibles».
Por eso una vez que vendieron sus dos tiendas de ropa y su restaurante en su país de origen decidieron aplicar esta idea en Can Martí. Así, una vez que compraron la propiedad en 1998 han dedicado todos sus esfuerzos a «intentar aportar desde Eivissa nuestro pequeño granito de arena para hacer que nuestro mundo sea algo más sostenible».
Además, Peter asegura que también han buscado ser un «pequeño ejemplo para todos aquellos negocios o viviendas particulares que apuesten por asuntos como las energías renovables, el reciclaje o la huerta ecológica, demostrándoles que es posible vivir así».
Para ello en su hogar han hecho una fuerte inversión que ha conseguido que «la energía solar foto voltaica nos permita generar más de la mitad de nuestras necesidades básicas como la calefacción o el agua caliente».
También reciclan el agua. Según Peter «toda la que gastamos la recuperamos y después la filtramos con un sistema de depuradora de plantas que posteriormente va a un estanque en el que se ha generado una amplia vida natural con ranas y multitud de peces».
Además Peter y su familia también han apostado en firme por los productos ecológicos de comer. Así en su huerta, en la que trabajan durante todo el año dos chicos, se cultiva de forma totalmente natural maíz, judías, tomates, berenjenas, boniatos o acelgas, aunque de todos el producto estrella son las fresas. Y es que según Peter «tras comprar una docena de plantas a un agricultor de la zona hemos conseguido cultivar una especie autóctona del lugar que es muy pequeña pero también muy sabrosa y que está teniendo mucho éxito».
Desgraciadamente todo esto estuvo a punto de venirse abajo con el incendio que arrasó la Sierra de Morna el mayo pasado. En este sentido Peter asegura que «pasamos mucho miedo porque el fuego llegó muy cerca del lugar, y desgraciadamente a pesar de que luchamos con mangueras y con todas nuestras fuerzas, perdimos unos olivos antiguos y toda la maquinaria agrícola». Afortunadamente «su magia lo protegió y sigue siendo un ejemplo de desarrollo sostenible en el norte de la Isla».