Cuando el resto de los 'mortales' regresan a sus casas después de disfrutar de sus vacaciones ellos las comienzan. Esta es la historia que viven año tras año los trabajadores de buena parte de los hoteles de Eivissa que cierran sus puertas en otoño e invierno.
De esto saben mucho en el Hotel Victoria, que abrió sus puertas en el año 1970 a 50 metros de la playa de Talamanca, muy cerca del núcleo urbano de Jesús y de Vila, y que cierra sus puertas desde el 17 de octubre hasta finales de mayo.
Según Myriame Bertolo, encargada de las reservas y de la recepción del hotel, «aunque realmente nunca dejamos el hotel sin abrir más de un mes porque siempre hay gente trabajando en él, cara al público cerramos porque no hay demanda y no nos sale rentable».
Todo lo contrario a lo que ha sucedido en esta temporada estival «en la que hemos tenido turistas de todas las edades y de todos los lugares del mundo y hemos contratado a cerca de 35 personas, incluyendo estudiantes que han estado en el bar, la recepción, el comedor o el restaurante».
Hora de recoger
Ahora, de ellos apenas quedan unos pocos que dan los últimos retoques para dejarlo todo recogido y limpio hasta que empiece la temporada del año que viene. Según esta mujer, belga de nacimiento, «se trata de un trabajo duro que normalmente dura una semana aunque siempre hay alguien que se queda mas días para que todo quede perfecto».
Una de ellas es Piedad Martínez, gobernanta y la trabajadora más veterana del hotel. Asegura con una tímida sonrisa que entró «ya hace 34 años, justo unos meses antes que Myriame, y desde entonces el Victoria es mi segunda casa». Su lugar de trabajo está en la planta del servicio de lencería y lavandería junto a una pequeña máquina de coser «donde tengo mi 'despachito'» y desde donde es de las últimas que se marcha cuando acaba el día y al terminar la temporada porque todo tiene que quedar perfecto.
Otro de los que lleva media vida en este hotel es Daniel Guevara, encargado del economato y de las compras necesarias para el día a día desde hace más de 30 años. Tras el cierre su labor «es hacer todo el inventario de los productos que han sobrado y ver cuales se pueden devolver, sobre todo si son perecederos y si son bebidas que no se pueden mantener como el vino rosado o blanco, algo que me lleva unos siete u ocho días».
Y mientras Daniel sigue contando productos las actividades en las cuatro plantas de habitaciones es frenética. Desde abajo hacia arriba los trabajos consisten en dejarlo todo empaquetado y recogido.
De eso se encargan la sevillana Carmen y la cordobesa Fina. Estas camareras de piso también llevan muchísimos años en el hotel, y con el humor por bandera y haciendo gala de una gran vitalidad cuentan que llevan trabajando desde el lunes para que todas las habitaciones y los baños «queden como una patena y relucientes como los 'chorros del oro'». Algo que si todo sale bien terminarán a principios de noviembre.
Por su parte, esta misma tarea de recogida y limpieza, pero en este caso de la zona del bar, es de la que se encarga Fouad, barman del hotel. Trabaja desde hace 15 años ya con el director Vicente Marí y desde entonces sabe que «cuando llegan estas fechas hay que dejarlo todo brillante, colocadas las mesas y las sillas para que luego cuando abramos nos lo encontremos en las mejores condiciones».
Y es que en el Hotel Victoria de estos días de frenesí no se libra nadie. La propia Myriame aprovecha que ahora está «mucho más tranquila y sin gente constantemente preguntando en la recepción para terminar el papeleo y después descansar un poco».
Pero, para ella el descanso dura poco porque «a pesar de que tengo vacaciones en invierno acabo viniendo por las tardes para mirar papeles y ayudar en todo lo posible para que cuando abramos todo sea más fácil».
Precisamente la fecha de apertura nunca está del todo clara, ya que según Myriame, «depende de las reservas de los vuelos y de los que nos van diciendo las agencias ya a principios de año».
Pero para eso queda mucho tiempo y mucho trabajo por delante. Y después ¡a cogerse vacaciones!