Sales Astillero llega con su furgoneta blanca y azul hasta una bonita casa cerca de Sant Antoni. Allí la esperan Marc y Elena junto a sus tres perros Curro, Tuca y Romeo. Tras saludar efusivamente a toda la familia, saca sus utensilios y comienza con su trabajo de veterinaria a domicilio.
Esta es la labor que lleva haciendo esta extremeña desde que decidió independizarse de la clínica donde trabajaba y convertirse en una doctora de animales muy especial que acude con su maletín hasta la puerta de su casa.
«Estar en una clínica está muy bien pero hay realidades que no se pueden constatar como las condiciones en las que viven los animales o si tienen contacto con insectos que les pueden contagiar algunas enfermedades», asegura Sales mientras saca sangre al tranquilo Curro.
Además esta cercanía con los dueños y los animales es uno de sus valores añadidos. Según Marc, «es una ventaja que acuda hasta nuestra casa ya que antes viajar con tres perros hasta una clínica era un gran problema y, además, para nosotros es magnífico lo bien que conoce a los animales cuando tiene que tratarlos».
Trabajo gratificante
Esta veterinaria extremeña asegura que se trata de un trabajo muy cansado, porque tiene que recorrer toda la Isla con su furgoneta, pero también muy gratificante. «Hoy estamos aquí con los perros de Marc y Elena, sacándoles sangre para saber si se les puede vacunar contra la Leishmaniosis, y mañana lo mismo tengo que acudir a un parto de cabras o cerdos en una casa payesa», explica Sales mientras Tuca, la más veterana de todas, se rebela un poco ante la primera extracción de sangre.
Precisamente el trabajo entre los payeses de la Isla es uno de los aspectos que más le gustan de su trabajo. «Principalmente me dedico a hacer saneamiento ganadero, colocar los chips a las cabras y las ovejas y evitar que algunas enfermedades del ganado se puedan extender a los humanos», afirma la extremeña mientras intenta atraer la atención de Curro, el perro más revoltoso de los que tienen Marc y Elena.
En este sentido, la extremeña asegura que de su estancia con los payeses sólo guarda buenos recuerdos y grandes anécdotas, como «cuando recientemente tuve que acudir al hospital de Can Misses llena de barro y con mi uniforme de trabajo con un señor muy mayor que al querer ayudarme con una de sus cabras acabó herido en uno de sus brazos».