Hace unos días los vecinos del barrio de es Clot amanecían con la noticia de un nuevo comercio que se veía obligado a cerrar debido a las obras del colegio de Sa Bodega. Sin embargo, el cartel del restaurante Civet, que se ha trasladado hasta el barrio de la Marina, ya no sorprende a nadie en la zona.
«No es el primero ni será el último que cierra debido a las condiciones en las que se encuentran las calles desde que se paralizaron las obras», asegura Miguela, una vecina del barrio desde hace más de diez años, tras leer el rótulo de este comercio situado hasta ahora en la calle Murcia.
Sin embargo, para otros como Juan Carlos, el problema va más allá. «Desde que se eliminó el aparcamiento para construir el colegio aquí no hay quien encuentre un sitio libre y los coches en doble fila son el pan nuestro de cada día», explica este joven que trabaja de comercial mientras monta en su coche después de realizar una gestión.
No hay aparcamiento
Precisamente este es el principal problema al que tienen que hacer frente muchos comerciantes del barrio de es Clot que intentan sobrevivir como pueden.
Por ejemplo, Sancho, que lleva trabajando ocho años en la tienda de decoración Decor, asegura que «las ventas se han visto claramente mermadas porque antes había unas 550 plazas de aparcamiento y un tránsito mucho mayor, y no como ahora que es una zona muerta por la que a veces da hasta miedo pasar».
De igual manera, Ana, trabajadora de la tienda de informática BEEP, asegura que muchas personas al no poder encontrar ningún aparcamiento para el coche no se acercan hasta nosotros a comprar, «y lo único que nos salva es nuestra clientela de toda la vida que confía en nosotros desde hace muchos años».
En la misma situación se encuentra María Dolores, de Rosana 100, que considera que la situación actual del barrio es una ruina total para los comerciantes que trabajan en él. «Nosotros hemos bajado más de la mitad en nuestras ventas porque la gente suele comprar donde hay aparcamiento y, como todo esto ha desaparecido, si no fuera por los vecinos del barrio no podríamos salir adelante».
Desgraciadamente no han tenido tanta suerte otros comercios de la zona. En este sentido la calle José Riquer Llobet se lleva la palma con cuatro comercios cerrados en los últimos tiempos. Aquí, una de las supervivientes es Josefina Casado, de Cityshop, al conseguir mantener la tienda cuadrando cuentas como puede para llegar a fin de mes «desde que la gente no tiene un lugar para aparcar y no puede acercarse a la tienda a probarse la ropa tranquilamente».
Y es que en el barrio de es Clot si se viene en coche ya no se puede hacer prácticamente nada con calma. «Nuestros clientes se han acostumbrado a hacernos una llamada de teléfono cuando están por aquí para que se lo tengamos todo preparado y lo recojan en el menor tiempo posible con el fin de que la policía no les multe por tener el coche en doble fila», explica María José, responsable de Roturapid que, además, paga 110 euros de plaza de aparcamiento todos los meses porque «sale más barato que estar dando vueltas, consumir gasolina y tener que estar pendiente del tíquet de la zona azul cuando estas trabajando aquí ocho horas».