A Nieves Escandell le quita el sueño pensar en el día en que no pueda ocuparse de su hijo Alberto. Este joven, que está a punto de cumplir 24 años, padece el síndrome de Rubinstein, una enfermedad genética poco común que conlleva una discapacidad psíquica.
Los problemas de muchas familias con miembros que padecen severas discapacidades psíquicas o físicas, asegura Nieves, se agravan cuando el enfermo alcanza la edad adulta. «Mi hijo siempre estuvo escolarizado en aulas especiales y después pasó un tiempo en el centro de día de Cas Serres, pero ahora que es mayor no hay un lugar para él y lleva casi tres años encerrado en casa, muy deprimido, a la espera de que le acepten en alguna residencia», explica su madre.
Nieves Escandell acude a los medios porque ya no le quedan más puertas a las que llamar. Denuncia que lleva muchos años confiando en las promesas de los responsables políticos, palabras que hasta ahora no se han materializado en una solución. «Estoy sola, sin ningún apoyo, y la convivencia se ha hecho muy difícil porque con el cambio hormonal mi hijo empezó a sufrir trastornos de conducta», confiesa desesperada.
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