No hace muchos años, cuando la situación económica y política en España y en las Islas era totalmente opuesta a la actual, Abel Matutes defendía su expansión empresarial en el extranjero aduciendo que la mano de obra aquí era demasiado cara y que las instituciones estaban empeñadas en frenar sus proyectos. «La disyuntiva es clara: decadencia o excelencia», afirmaba hace apenas tres años. Entonces, el empresario recibía críticas por invertir en hoteles del Caribe y descuidar su marca Fiesta en los establecimientos locales. Ahora, la historia ha cambiado. El éxito comercial del Ushuaïa le ha empujado a potenciar este producto y el empresario se ha apoyado en esta idea de negocio para plantear la profunda renovación de gran parte de su planta hotelera. Pero para conseguir este objetivo (una vez que el Govern le haya allanado el camino en el marco legal), la conectividad aérea es fundamental, como lo es para todo el sector turístico. Un destino como Eivissa no puede depender de las líneas de bajo coste para traer la excelencia que busca el sector y su proyecto de 300 millones en Platja d'en Bossa tampoco puede quedarse cojo. De ahí, el interés inicial que tuvo en Vueling y su entrada en Globalia.
ANÁLISIS
Abel Matutes ha vuelto
D. Azagra |