En todas las ciudades del mundo hay edificios que piden a gritos una jubilación urgente. Son bloques a los que el paso del tiempo no les ha sentado bien y que amenazan seriamente con venirse abajo. Unidos por una extraña solidaridad que sólo ellos entienden comparten elementos comunes como grietas, ventanas y puertas tapiadas, grafitis pintados en sus paredes y vallas de obra que protegen un perímetro en el que hace tiempo se olvidaron de hacer algún tipo de trabajo de conservación.
La ciudad de Eivissa no es una excepción. No son muchos, pero al igual que cualquier urbe del planeta también ofrece al visitante ejemplos de esta peculiar arquitectura.
Uno de los más característicos es el bloque de viviendas de protección oficial Santa Margarita que hace esquina con la calle Isidor Macabich, enfrente de los Juzgados de Eivissa, y la calle Madrid. Construído por Falange Española en 1954, como recoge un cartel esculpido en la pared en el que aún se ven el yugo y las flechas, estas 92 viviendas no han soportado bien el paso del tiempo y se encuentran en muy mal estado. Las paredes, antes amarillas, se encuentran desconchadas, las persianas verdes están casi todas rotas, los bajos han sido decorados con grafitis y para colmo, cuando en julio de 2012 la policía tuvo que desalojar a 25 okupas, se tapiaron los accesos por la calle Isidor Macabich.
Otro ejemplo, en este caso de reciente actualidad, es el del Regina Park, un edificio de 28 apartamentos turísticos de la calle Pablo Picasso de Platja d'en Bossa, perteneciente al municipio de Sant Josep. Su estado se ha ido deteriorando de forma gradual desde que el pasado 15 de diciembre de 2013 empezarán las desavenencias entre la empresa Grupo Hotel 17, que tiene alquilados los pisos, y los propietarios legítimos del inmueble. Incluso, el 28 de julio sufrió en una misma tarde dos graves incendios que dejaron completamente destrozada su parte superior.
Dos edificios de apartamentos estivales que también se encuentran en muy mal estado, aunque en este caso por no haber superado los estragos de la crisis económica, son los antiguos Apartamentos Freus y Apartamentos Sud, situados en la calle Ramón Muntaner, a escasos metros uno del otro. En el primero de ellos aún se pueden ver los restos de negocios cuyas ventas no funcionaron, entre el del pequeño Colmado Es Freus, y en el segundo, de paredes blancas y bajos en color marrón, el recinto aparece tapiado con una valla de obra aunque la sensación es que hace tiempo que alguien dejó de interesarse por hacer alguna reforma.
Casco Histórico
Sin embargo, aunque parezca sorprendente la mayoría de los edificios pendientes de jubilación se encuentran en los barrios de la Marina, Sa Penya y la ciudad antigua de Dalt Vila.
Por ejemplo, en plena calle de la Mare de Deu, una de las principales arterias turísticas de la ciudad, icono del público gay, es impactante ver el contraste de un local de moda, completamente reformado, compartiendo pared con viviendas que se encuentran en importante estado de deterioro, con las paredes y los balcones totalmente destrozados.
Igualmente, muy cerca de esta calle, en la pequeña plaza de Sa Drassaneta, los vecinos y turistas se sorprenden al ver un edificio completamente en ruinas, con su puerta tapiada, las paredes desconchadas y una pequeña ventana que con vistas hacia la nada, compartiendo tabique con el Centro de Arte sa Drassaneta, sede habitual de la Associació multiart d'Eivissa (AMAE).
Y finalmente, y para cerrar este particular recorrido, hay que detenerse en Dalt Vila. Concretamente en otra pequeña plaza, la de Sa Carrossa, muy cerca de la escultura de Isidor Macabich. Y es que en ella, justo al lado de los enormes eucaliptus y palmeras que crean un pequeño oasis de tranquilidad, desde hace más de cinco años una gran uralita de color gris se ha unido al paisaje. Se trata de la protección que cubre un edificio de tres plantas que hace esquina y que se encuentra en ruinas junto al restaurante La Scala, un pequeño local que lleva casi dos décadas funcionando. En este caso, y mientras alquien arregla la vivienda dañada los afectados han decidido armarse de paciencia y camuflar ellos mismos la valla con plantas que han pagado de su bolsillo.
Eivissa centro, Dalt Vila, Sa Penya, La Marina, o en calles paralelas al mar, ninguna zona se escapa a los estragos del tiempo o de la crisis económica.. Y es que al igual que cualquier orbe del mundo, Vila también tiene edificios que piden a gritos una jubilación.