Rajoy, más que un presidente de gobierno, parece el director de un circo; uno que llegó a tal puesto desde su profesión originaria de prestidigitador. Quehacer que tuvo que abandonar porque al poco tiempo de ejercerlo el público, más que quedarse boquiabierto con sus magias, se reía de sus inhabilidades y traspiés. Además, el número de cómico ya lo había ejercido y agotado uno de sus antecesores, el ínclito Hernández Mancha, que duró escasísimo tiempo en el espectáculo porque más que hacer gracia daba pena. Rajoy logró pasar a director del espectáculo y en este puesto no necesita de grandes habilidades concretas y sólo con utilizar una adecuada entonación y una voz suficientemente engolada es capaz, por un tiempo, de hacer creer al público adicto que lo que va a ver es algo prodigioso; de esa forma pudo llenar las gradas con una mayoría absoluta. Pero como el público muy pronto se dio cuenta del engaño, Rajoy, que, además de escasas habilidades, tiene la mala fortuna de no estar apoyado por la suerte, ha llegado a tal punto de dificultad que en su circo hasta crecen los enanos.
Actualmente, se encuentra en una situación tan crítica que no sabe qué actuaciones puede ofrecer para poder seguir llenando las gradas del recinto, con un público cada día más difícil de embaucar. Su última actuación consistió en un traslado mediático desde África de un español desahuciado por el virus del ébola y que aquí infectó a una auxiliar clínica. Este caso es muy revelador, porque su antecesor de la misma camada en el cargo nos metió en la guerra de Irak, de la que todavía hay consecuencias, cada vez más virulentas; padecimos los accidentes del Yack y del Prestige y sufrimos el mayor atentado terrorista de la historia. Esperemos que ese contagio no prospere, porque, además, sus amigotes europeos ya le han llamado al orden y le han dicho que eso de hacer juegos malabares con Catalunya es económicamente muy arriesgado, pero que traer un virus terrorífico a tierras europeas sobrepasa todos los límites admitidos por la Unión.
Esto, le han recalcado, afecta directamente a la salud de las personas y crea una alarma actualmente inadmisible porque ya las hay en exceso. Hablando de la Unión, en uno de sus últimos espectáculos, en el cual representaba un número su amigo Arias Cañete, algún comentarista dijo que al público del circo de Rajoy le da igual que actúe Arias Cañete o un macho cabrío, pero parece que esa fidelidad se está resquebrajando, como demuestran los grandes vacíos continuados en las gradas de su recinto circense. Si tuviese sangre en las venas con toda seguridad se deprimiría, pero al no tenerla llamó urgentemente a reunión a todos los colaboradores para encontrar una solución, ya que está convencido que el espectáculo tiene que continuar porque es lo que realmente interesa a la ciudadanía.
Los ciudadanos, que son muy díscolos, parece que en vez de pasar por taquilla prefieren una mejor sanidad, una educación menos tutelada y una economía más versátil. Él no lo puede negar explícitamente, porque perdería la poca credibilidad que le queda, pero pide paciencia y que entre tanto disfrutemos del espectáculo.