La ola de frío que están experimentando las Pitiüses estos últimos días han provocado que las administraciones y distintas entidades sociales redoblen sus esfuerzos para evitar que las personas más vulnerables padezcan la severidad de las bajas temperaturas, especialmente aquellas que carecen de un techo donde poder cobijarse durante la noche.
Por una parte, ante la plena ocupación que presenta el Centro de Acogida Municipal, que dispone de 20 plazas, el Ayuntamiento de Eivissa asumirá desde las Unidades de Trabajo Social el coste de pensiones para poder albergar a más personas necesitadas.
Adicionalmente, el consistorio ha cedido una sala en el antiguo colegio de sa Bodega, donde un equipo de tres miembros de la Cruz Roja atiende desde el pasado jueves a las personas sin hogar para que puedan pasar la noche en perfectas condiciones.
Asimismo, esta entidad ha ampliado el servicio de la Unidad Móvil de Emergencias Sociales (UMES), formada por otras tres personas y que patrulla de lunes a viernes en distintas zonas de Vila para facilitar mantas, alimentos y bebidas calientes a los indigentes y les ofrece la posibilidad de acudir a la sala de sa Bodega, donde se han habilitado 10 colchones, mantas.
Sin embargo, la trabajadora social y responsable de este servicio, Flora Aznar, lamenta que «la mayoría se muestran reacios a venir y no quieren abandonar el cajero o el banco donde duermen». Se trata de personas con «serias dificultades sociales a quienes les resulta muy complicado regirse por normas u horarios establecidos», comenta.
El albergue de emergencia de sa Bodega se habilitó el pasado martes a tenor de las previsiones meteorológicas, que prevenían una intensa ola de frío, aunque ninguna persona lo utilizó hasta el pasado jueves, cuando las temperaturas bajaron sensiblemente.
En la noche del viernes el termómetro siguió bajando, hasta situarse en los 1,9 grados positivos en Vila. Entretanto, el Aeropuerto registraba la mínima más baja de los últimos 50 años:-0,6 grados centígrados.
Esa noche, un total de tres personas sin hogar accedieron a dormir en la sala de sa Bodega. Dos de ellos, eran ya conocidos por el personal de Cruz Roja.
El tercero fue un extranjero que al parecer lleva cinco días en la isla. Esta misma semana había acudido a Cáritas y a la sede Cruz Roja para conseguir ropa, alimentos y ciertas atenciones, aunque su vestimenta -pantalones de piel, cinturón de una marca distinguida y reloj de una reconocida firma- no concordaban demasiado con su situación.
Otros, sin embargo, prefirieron quedarse en la calle. «Estoy mejor solo con mis pensamientos», comenta Aznar que le responde algún indigente cuando rechaza cenar caliente y dormir bajo techo.
Es el caso de Craig, un irlandés que habitualmente se encuentra en la plaza del Parque. «No quiero ir porque nos hace salir a las siete de la mañana y, entonces, ¿qué haces?», trataba de justificar.
Sí que aceptó alguna ropa de abrigo y alimentos que le facilitó esa misma noche la Unidad de Emergencias Sociales (UMES). Así lo atestiguaban varias bolsas con el emblema de la entidad que se encontraban en su banco.
Y terminó dirigiéndose a los periodistas manifestando su dolor por la muerte esta semana de otro indigente en la misma plaza con quien mantenía una fuerte amistad. «¿Tenéis alguna foto de él?» le preguntó al fotógrafo de este periódico.