Los operarios de limpieza se toparon ayer por la mañana con un tiburón muerto de cuatro metros de longitud en la playa de s'Arenal, en Sant Antoni.
Los técnicos del Centro de Recuperación de Especies Marines (CREM) acudieron para analizar al animal, pero estaba «descompuesto», con la parte delantera de la cabeza y el morro «completamente deshecho», lo que impidió determinar la especie y la edad del animal. «Lo único que se ha podido averiguar es que era una hembra y que llevaba más de una semana sin vida dando vueltas por el mar», explicó la oceanógrafa del CREM, Verónica Núñez, que especificó que «no era juvenil, sino un ejemplar grande; de hecho lo tuvieron que retirar con la grúa».
El aviso se dio en primer lugar a la Policía Local, que se encargó de llamar a los agentes de medio ambiente del Ibanat y al CREM, tal como marca el protocolo. Según Núñez, al principio pensaron que era un delfín, pero lo descartó de inmediato por el tamaño (cuatro metros) y porque tenía hendiduras branquiales laterales.
La oceanógrafa del CREM recordó que en el Mediterráneo hay varias especies de tiburones, así como de delfines o ballenas, porque es un lugar de paso, por lo que es «fácil» que con los temporales llegue a la costa algún animal muerto, como sucedió recientemente en Cala Bassa.
Protocolo
Núñez destacó que si el animal no hubiera estado tan descompuesto, el protocolo a seguir establece que se deben recoger todos los datos posibles porque «un ejemplar muerto aporta mucha información». «Desde el CREM estamos en contacto con otros centros de Balears y compartimos la información en caso de animales varados, para determinar cuál es la causa de la muerte, si ha habido interacción con el hombre o se ha visto afectado por redes o contaminación». En este sentido, detalló que si está fresco se pueden analizar las marcas o arañazos en la piel.
En este caso, no se gestionó de ninguna forma el animal y el servicio de limpieza se lo llevó directamente al vertedero.