«Yo no soy ningún okupa, sino un empresario al que han estafado», aseguró ayer Rafael Gil, que el martes fue desalojado de un piso del número 1 de la calle Madrid de Cala de Bou en el que llevaba viviendo cuatro días y que le alquiló un italiano contra el que ayer por la tarde puso una denuncia, según asegura él mismo.
Fue desalojado por la Guardia Civil cuando los responsables del edificio, la inmobiliaria BarcoMarchIbiza, detectaron su presencia en el edificio, que por lo demás está vacío. «Habían cambiado el bombín del portal y varias cerraduras y el contrato que tienen es falso [en la imagen de menor tamaño] y no tienen ningún recibo», explicó José Barco, uno de los responsables de la inmobiliaria.
De hecho, confirmaron ayer desde la Comandancia de la Guardia Civil de Balears, a Rafael Gil se le imputa la presunta comisión de un delito de usurpación de vivienda.
Por contra, Rafael Gil, que asegura que es un empresario del sector del tatuaje que tiene dos tiendas en Eivissa, una en Sant Antoni y otra que está abriendo en es Canar, y que cuenta, junto con su socio, con otras cinco en Mallorca, dice que no tiene problemas de solvencia y que fue un italiano quien le mostró y alquiló la vivienda. «Abrió el portal con la llave, también el piso y la puerta del ático», explicó Gil, que señala que entregó 2.400 euros a este hombre, 1.200 de fianza y 1.200 más por el mes de mayo. Los días que faltan para acabar abril se los dejó gratis, «de carencia», apuntó Gil.
Desde la inmobiliaria BarcoMarchIbiza no se creen la versión de Rafael Gil. «La luz en el edificio [el antiguo hotel San Diego] es de obra y no se alquilan los apartamentos, sino que el edificio entero está a la venta», dijo José Barco.
Gil manifestó que ese piso estaba en buenas condiciones, a diferencia del resto del edificio, que no está habilitado, y que lo quería para vivir él y algunos de los tatuadores que contrata para los meses de temporada. El piso tiene tres habitaciones.
Por otra parte, también en la zona de Cala de Bou, vecinos de otro inmueble de la zona consiguieron evitar que varias personas usurparan algunas de las viviendas en las que no reside nadie. Estos vecinos no quieren señalar el edificio del que se trata para evitar «el efecto llamada», señalaron.
Por su parte, José Barco señaló que, «hoy por hoy, Cala de Bou es una de las zonas más afectadas [por las usurpaciones], revientan la puerta y para dentro».