La ciudad de Eivissa rindió ayer un merecido tributo al comercio local y a los maestros octogenarios del municipio durante la celebración de la entrega de las Medallas de Oro de la Ciudad, celebrada en el baluarte de Sant Pere, en Dalt Vila. El Ayuntamiento de Vila premió con su galardón más preciado a dos comercios tradicionales del barrio de la Marina, la sombrerería Bonet y la cestería Can Vinyes, así como al colectivo de maestros de más de 80 años. Al acto asistieron numerosas personalidades y miembros de la política insular, si bien resaltaron las ausencias del presidente del Consell d'Eivissa, Vicent Torres (tuvo que asistir al recibimiento de los Reyes, en Palma) y del líder de la oposición Vicent Serra. Alrededor de 200 personas asistieron a un acto sencillo y riguroso que apenas se prolongó más allá de una hora.
Según Rafa Ruiz, alcalde de Vila, estos premios tienen que otorgarse a «los ciudadanos anónimos que trabajan incansablemente». El líder de los socialistas no pudo ocultar el «orgullo» que le produjo abanderar «el acto más entrañable de nuestras Fiestas Patronales», pues en su opinión, el ayuntamiento tiene «una obligación moral con las personas que han hecho contribuciones desinteresadas por el bien de todos».
Los comercios galardonados son para Rafa Ruiz «dos pequeñas tiendas que nos recuerdan de dónde venimos y quiénes somos», mientras que el colectivo de maestros es un ejemplo, pues «suplió con dedicación la falta de medios y la situación política y social difícil que los rodeaba».
Ejemplos a seguir
La sombrerería Bonet, situada en la calle Comte de Rosselló, es un negocio con más de 100 años de historia que cuenta con la tercera generación al frente del establecimiento. Durante su discurso, el alcalde de Vila recordó que propietarios y dependientes «se han dejado la piel durante décadas para tener los mejores materiales, estar a la moda y dar un servicio de calidad», en referencia a la sombrerería Bonet. «Es emocionante repasar su historia para comprobar que siempre, incluso ahora, una nueva generación se ha querido hacer cargo de la tradición familiar. Hoy, con Virgina Bonet a la cabeza, tenemos la esperanza de que así sea por mucho tiempo», subrayó Ruiz, visiblemente nervioso durante su intervención.
Por otro lado, la cestería Can Vinyes también fue una de las condecoradas con la máxima distinción de la ciudad de Vila. Un negocio especializado en senallons y cistellons que se encuentra en la calle de sa Creu y que está regentado por Vicenta Riera. El primer edil de Eivissa destacó cómo la cestería «resiste aún ante franquicias y grandes marcas que van copando los espacios comerciales». «En sus orígenes era una tienda de comestibles pero a mediados del siglo XX, con la llegada de barcos extranjeros, se comenzó a introducir al negocio la cestería. Unos años después nuestros senallons fueron descubiertos por los hippies, que prácticamente los convirtieron en 'marca Ibiza'», pronunció el alcalde de la ciudad.
Además de estos dos comercios, Vila también distinguió al colectivo de maestros mayores de 80 años por ser los artífices de «los fundamentos de nuestra sociedad y quienes ejercieron su profesión en momentos muy difíciles», señaló Rafa Ruiz, quien con este galardón cree que se ha hecho «un poco de justicia»: «Lo hacemos frente a un colectivo que desgraciadamente siempre sufre los abusos de poder y que, de forma callada, desarrolla un trabajo vital para la sociedad. Pero lo hacemos doblemente porque, además, se trata de un colectivo con especial presencia de mujeres. Y ésa era otra de las asignaturas pendientes del Ayuntamiento de Eivissa a la hora de hacer reconocimientos y entregar este tipo de distintivos».
Fanny Tur, directora del Archivo Histórico de Ibiza, repasó la historia de las tres figuras galardonadas antes de que el propio Rafa Ruiz procediera a hacer entrega de las medallas de oro a Virginia Bonet en representación de la sombrerería Bonet; Juan Antonio Landáburu, propietario de Can Vinyes; y Margalida Marí, decana y representantes de la veintena de maestros octogenarios de Eivissa que también recogieron, desde sus asientos, los diplomas que les acreditan como figuras destacadas de la historia de la ciudad.