El Mercat Vell es, probablemente, después de la Catedral , el edificio más admirado de Vila. Todos los turistas que visitan la ciudad pasan por la plaza de la Constitució, donde el antiguo mercado continúa abierto desafiando la competencia de supermercados y grandes superfícies comerciales.
Ahora apenas hay abiertos cuatro o cinco puestos de frutas y verduras que resisten las escasas ventas del invierno pero Marga, propietaria de una de las paradas, todavía recuerda la época en que los pasillos del mercado estaban todo el año repletos de gente. «La gente busca la comodidad, compra en un sitio donde tenga de todo», señala. Sin embargo, no es la falta de clientela lo único que le preocupa. Marga lamenta que el Ayuntamiento no haya limpiado en los últimos 15 años las vigas de madera del techo y que tengan que ser los propios comerciantes los que se encarguen de las labores de mantenimiento de un edificio protegido por el PEPRI de sa Penya y la Marina. «Pintamos y limpiamos nosotros mismos. No nos cambian ni los toldos», relata.
Tamara Lizarte es la nieta de Ángeles, la señora que prepara los bocadillos más famosos de Vila. Ángeles está de baja porque en verano se cayó en una alcantarilla y le han operado varias veces del brazo. Ahora es Tamara quien ha cogido el relevo de su abuela al frente de ese minúsculo puesto donde sigue vendiendo cada día decenas de bocadillos. Han cambiado las manos que los preparan, pero los más vendidos continúan siendo los de atún, aceitunas, alcaparra y guindilla.
«Por aquí no pasa ningún holandés sin comprar unas flores», asegura Rosa Marí, propietaria de una floristería que ya lleva tres generaciones en el Mercat Vell. Rosa dice estar «muy orgullosa» de tener un puesto, pero cree que el Ayuntamiento debería poner un baño público y un servicio de limpieza «de verdad». «Estamos en una zona Patrimonio de la Humanidad y el mercado debería estar como una patena», explica. Ella, como todas sus compañeras, cree que, a pesar de su nombre, el Mercat Vell, sí tiene futuro.
LA NOTA
Una remodelación que duerme en un cajón
La remodelación del Mercat Vell fue aprobada por el Gobierno central en 2010 pero, tras el cambio de gobierno municipal, se paralizó y desde la pasada legislatura el proyecto duerme en un cajón.
El Ministerio de Vivienda y el Ayuntamiento de Vila ya habían aprobado una inversión de 77.000 euros para hacer las obras. En la memoria del proyecto, se incluía que en el edificio de sa Peixateria se pudiera comprar pescado, carne e incluso una muestra permanente de degustación gastronómica.