«Llevo diez años en Santa Eulària y, durante este tiempo, he llegado a trabajar con contrato durante mucho tiempo. Los últimos años he buscado empleo pero ahora ya no me contrata nadie». El que habla es Bernard, un alemán de 62 años que habla cinco idiomas y que ha trabajado como mecánico y carpintero.
Durante un tiempo vivió en una caravana pero, desde hace cinco meses, duerme en un colchón a pocos metros del núcleo urbano de Santa Eulària bajo una enorme plancha de metal, posiblemente, resto de una obra que sirve como único resguardo del sol y de la lluvia.
Bernard no tiene ningún ingreso desde hace meses. «Con suerte alguien me da cinco euros». Malvive acudiendo de lunes a viernes al comedor social de Cáritas en el municipio y con los alimentos que le proporciona semanalmente la Cruz Roja. A pesar de que en su país viviría posiblemente mucho mejor, no quiere marcharse de la isla, y confía en que los asistentes sociales le arreglen los papeles para cobrar alguna ayuda.
Su compañero de asentamiento, Rashid, un argelino de 50 años, sí que quiere irse de aquí. Según cuenta, trabajó como cocinero diez años en Palma pero decidió marcharse de Mallorca cuando se separó de su mujer.
Aquí lleva cinco años y no ha conseguido trabajar ni un solo día. «Si un alemán lo tiene jodido, imagínate un argelino como yo». Rashid asegura que las personas que no tienen un hogar se encuentran «perdidos total» y lamenta que la isla se haya convertido en «un lugar para ricos».
Además de vivir en la calle, tienen que soportar que les roben casi diario la poca comida y pertenencias que tienen. «Hasta unos zapatos asquerosos me llegaron a robar», se lamenta Rashid.
En un momento dado, mientras cuenta las miserias de su vida, para de hablar y coge un tetrabrick de vino vacío que hay en el suelo. «Vale solo 60 céntimos y nos sirve para olvidar», afirma.
La adicción al alcohol es un problema que se repite prácticamente en todos los casos de personas que no tienen hogar en el municipio de Santa Eulària y que se reparten, normalmente por parejas, en diferentes puntos no solo cerca del núcleo urbano sino también diseminados en cala Llonga, es Canar o cala Pada. Son además personas mayores cuya reinserción en la sociedad resulta muy difícil ya que, como cuenta Flora Aznar, trabajadora social de la UES, «padecen las consecuencias del aislamiento familiar y social y la dificultad de encontrar un empleo».
A pocos metros del primer asentamiento vive Adrián, otro hombre mayor que camina con dificultad apoyado por unas muletas y al que encontramos a la hora de comer en Cáritas. Él ni siquiera tiene un techo. Su hogar es un colchón mugriento y una pequeña estantería al aire libre entre dos muros de una obra abandonada.
A diferencia de los ‘sin techo' que deambulan todo el año por las calles de Vila y que, en gran parte, están en la calle de manera transitoria, las personas que están en Santa Eulària viven en una situación «cronificada».
«A todos ellos les falta una familia», señala la responsable de la UES de la Cruz Roja, un pilar al que agarrarse para poder dar un giro a sus vidas. Quizás por eso Rashid solo tiene un objetivo ahora mismo: volver a su país natal donde tiene casa y familia. Cuando le preguntan cómo ve su futuro en la isla no tiene dudas al responder. «El futuro lo veo muy crudo. Por eso me quiero volver a mi país. ¿Crees que esto es vivir?».
LA NOTA
La Cruz Roja atiende desde octubre a los ‘sin techo' de Santa Eulària
La Unidad móvil de Emergencias Sociales (UES) de Cruz Roja de Eivissa y Formentera atiende a las personas que no tienen hogar de Santa Eulària desde el pasado mes de octubre una vez por semana frente al comedor social de Cáritas.
El pasado otoño detectaron el hueco de atención que había en este municipio entre algunas personas durante los fines de semana cuando cerraba el comedor. Por este motivo, la UES decidió acudir los viernes por la tarde a Santa Eulària para ofrecerles un pequeño lote de alimentos envasados para dos días.
Durante los ocho meses que llevan realizando el servicio, se han atendido a un total de 32 personas, de las que 23 se han dado de alta en el servicio. De media, se atiende cada viernes entre 5 y 12 usuarios, a los que no solo se les ofrece comida sino también se les acompaña a alguna consulta médica o a realizar trámites.
La extensión del municipio de Santa Eulària hace que las tareas de detección de posibles usuarios dependan de los avisos de Servicios Sociales o de los propios ciudadanos.