Javier Olaso llegó a Ibiza en el año 1958 a bordo de un barco junto a unos amigos con los que hacía una travesía por el Mediterráneo. Conoció la isla de la mano de un taxista ibicenco y se enamoró de tal manera de Ibiza que volvió para cumplir su sueño y comprarse un terreno donde construir su casa en Platges de Comte, famosa años después por ser la casa de Elle MacPherson y actualmente propiedad de un magnate ruso.
—¿Qué opina de la transformación de la isla en las últimas décadas?
—La isla era una maravilla entonces y ahora pero son dos épocas completamente diferentes. Hay una evolución que tenemos que seguir, no nos podemos estancar. Ahora la isla se ha masificado pero todavía se pueden encontrar rincones donde todo continúa igual.
—¿Cómo surgió la idea de construir la casa de Platges de Comte?
—En 1969 le compré a un ibicenco unos terrenos que tenía justo encima del agua en Platges de Comte. La construí para mí y viví allí 14 años. Un día al levantarme vi que habían hecho una pintada que decía ‘Ibiza para los ibicencos'. Me quedé alucinado y me sentó mal porque creo que no tenían razón. En esa época me empezaron a salir proyectos interesantes en el extranjero y en los años 80 vendí la casa a un italiano.
—Entonces, ¿no comprende el malestar de los ibicencos al comprobar que una parte importante de la costa esté en manos de extranjeros millonarios?
—No, porque todo el mundo puede tener una casa siempre que no interfiera en la belleza del litoral. Hay otros muchos sitios de costa como Sant Antoni que se lo han cargado no con casas de millonarios sino con edificios de viviendas basados en proyectos bastante cutres.
—¿Considera que el embarcadero privado que el magnate ruso ha habilitado enfrente de la casa cumple las normas?
—Ese embarcadero es totalmente legal. Cuando le vendí la casa al italiano estaba impecable, no molestaba a nadie y estaba lejos de la zona de la playa. En otros países como Noruega hay muchas casas colgadas encima del agua y son espectaculares. La prueba es que sa Penya está encima del agua sobre un acantilado y, sin ella, Ibiza no sería Ibiza.
—¿Le gustan las nuevas casas que se construyen ahora en la isla siguiendo el estilo de la arquitectura tradicional ibicenca?
—Sí, siempre que los proyectos sean buenos. La arquitectura ibicenca ya era contemporánea hace siglos. Prueba de ello es que el gran arquitecto suizo Le Corbusier cuenta en su biografía que estuvo en Ibiza en los años 30 interesado por la arquitectura de la isla. Las casas antiguas con forma de cubos son espectaculares a pesar de que no había arquitectos. Antiguamente los payeses se casaban, hacían un cubo y vivían allí y, cuando tenían hijos hacían otro cubo. Era una arquitectura muy pura y es la que se sigue haciendo ahora. Hay algunas que son espectaculares y no hace falta que todas sean de millonarios. Yo he hecho casas de 200-300 metros cuadrados. Solo hay que encargarle el proyecto a un buen arquitecto y tener buen gusto.
—¿Qué opina de la metamorfosis urbanística experimentada en los últimos meses en Vila?
—La reforma del puerto me parece fantástica. Es de una calidad muy buena y con muy buenos espacios dedicados al pueblo. El nuevo edificio de es Martell también me gusta mucho aunque tengo constancia de otro edificio similar en el extranjero que no quiero decir que es exactamente igual que este. Si ambos edificios son del mismo arquitecto, fantástico. Y si es de un arquitecto diferente sería un plagio. Aunque prefiero un plagio que un mal proyecto.
—¿Qué opina de la peatonalización del centro de la ciudad y, en concreto, de la reforma del paseo Vara de Rey?
—Vara de Rey parece un solar vacío donde van a construir algo. Lo veo desangelado, con una calidad muy cutre. El paseo tenía unas jardineras magníficas de piedra maciza y las que han puesto ahora son miseria. Además, las terrazas tendrían que ocupar más espacio para dar más ambiente al paseo. Visualmente, también ayudarían a contrarrestar esta sensación de vacío. Me parece una vergüenza que no dejen a la librería mostrar los periódicos en expositores como se ha hecho siempre. También se han cargado la famosa terraza del hotel Montesol. Ahora, en vez de tener las mesas pegadas a la fachada, hacen cruzar a los camareros al medio del paseo para dejar libre el acceso a los otros comercios. En la Marina casi no se puede andar pero a mí no me molesta tener que circular en un paso de un metro y medio. Creo que eso le da calidez y ambiente a una ciudad, que era lo bueno que tenía Ibiza.
—¿Qué diseño propondría entonces como alternativa?
—El paseo de Vara de Rey era espectacular antes de la reforma y se tenía que haber respetado. Por tanto, si había que peatonalizar se tendría que haber dejado lo que es espectacular y adaptar con un buen diseño la parte del antiguo vial de automóviles a lo que era el centro, que era fantástico. Así hubiera dado la sensación de que el centro se había ensanchado. Vara de Rey era muy verde, había muchas sombras y era muy vivible, aparte de que tenía mucha calidad. Yo habría puesto franjas de césped de 30 o 40 metros de largo por 6 metros de ancho que se pudiesen pisar. También agua. Fuentes unidas al verde pero que no fueran decorativas, sino con un caudal enorme que se llenara más de 30 o 40 centímetros. Unos rebosaderos que proporcionaran el sonido del agua. El agua está presente en toda la arquitectura oriental en la que me he inspirado después de viajar por muchos países de Extremo Oriente que tienen un clima como el nuestro.