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Historia

1959: Gaitán Durán,el escritor colombiano que pasó por Ibiza y Formentera

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Recientemente el conocido escritor y poeta español José Manuel Caballero Bonald, casado con una mallorquina, Pepa Ramis, publicó un libro muy jugoso de retratos de intelectuales y artistas que ha conocido. El libro publicado por la editorial Seix Barral se titula Examen de ingenios y en el mismo, el escritor gaditano, que acaba de ser homenajeado en la Residencia de Estudiantes de Madrid con motivo de su 90 cumpleaños, nos examina y traza con literatura excelsa a gente como Camilo José Cela, Joan Miró, Llorenç Villalonga, Leopoldo Panero, Azorín, Jorge Luis Borges, Pío Baroja, Max Aub, Mario Vargas Llosa… y Jorge Gaitán Durán. Un escritor colombiano del que Caballero Bonald quien dice que era de «desaliñada elegancia, pipa de brezo incluida». De hecho, ambos fueron buenos amigos e incluso el gran escritor colombiano, millonario y marxista, se alojó un tiempo, con sus manías y la paciencia de doña Pepa, en la casa del escritor poeta gaditano.

Jorge Gaitán Durán (12 de febrero de 1924, Pamplona, Norte de Santander, Colombia – 21 de junio de 1962, Pointe-à-Pitre, Guadalupe, Francia) escribió sobre casi todo lo humano y lo divino. Desde el Marqués de Sade al conocidísimo personaje de La Celestina, pasando por el cine y sobre el director italiano Federico Fellini, y además fue uno de los fundadores de la revista Mito, tal vez la más importante de la literatura colombiana.

Cansado de la violencia en su país, se marchó a París donde pudo charlar con Jean Paul Sartre y con Mario Camus, y también con otros hermanos hispanos, llámense Octavio Paz o Julio Cortázar. Se cegó con la cosa de que había que modernizar Colombia y siempre trató de abrir, por lo menos literariamente, su país al mundo.

Gaitán Durán en Ibiza

Como tenía posibles lo mismo estaba en la ciudad rusa de Moscú, que en París que en Ibiza, isla que visitaba frecuentemente. Por ejemplo, en 1950 hizo un largo periplo que incluía Varsovia, en Polonia, París, Florencia, Brujas o la ciudad holandesa de Róterdam. En 1952 andaba por Moscú, Ulán Bator y Pekín. En 1959 por Barcelona donde se topó en las Ramblas con unas prostitutas mallorquinas que oficiaban en esa zona. Y finalmente, el 7 de agosto de este mismo año ya se tiene constancia de que ya está en Ibiza.

En el diario de sus muchos viajes escribió que la isla «tiene claras líneas, que su tierra es rojiza y que está dividida con nitidez por hileras de olivos». Aquí se alojaba en una casa que tenía un patio con un almendro y de tanto en tanto hacía alguna excursión náutica a las islas de Es penjats y Ses rates. Además, se sabe que el 10 de agosto llegó a Formentera donde pillo una bicicleta con la que se fue desde el puerto a Sant Ferran. De la menor de las Pitiusas escribió que era una tierra ancestral «como hace veinte siglos rebaños de cabras descienden de los alcores» o «el divino sol rojo se hunde en el azul del mar». Allí se alojó en la casa de unos payeses viejecitos y encontró la tranquilidad que buscaba tanto en Formentera como en Ibiza: «nunca había vivido –ni trabajado-con tanta intensidad como en Ibiza». Incluso, definió a Dalt Vila «como metida en la roca para conservar intacta la Edad Media» y observó que «en Ibiza las higueras tienen dueño pero los higos son de todos».

Las estancias ibicencas y formenterenses de Gaitán Durán fueron un gran reconstituyente para su obra creativa, una obra que forma parte de lo mejor de la literatura colombiana y de los preludios de quien con el tiempo sería Gabriel García Márquez. Y eso que tuvo tiempo de poco. Murió en un accidente de avión cuando tenía solo 37 años.

Importante obra crítica con la literatura, el arte o el cine

Jorge Gaitán Durán fue en 1955 fundador de una de las revistas culturales más importantes en Colombia, Mito, e integrante del grupo de poetas conocidos como los Cuadernícolas. Se destacó por su obra crítica en campos como la literatura, el arte, el cine, y por su persistente crítica social. Su poesía se caracterizó por enfocarse en la experiencia erótica, entendida no sólo como un elemento de fiesta y de placer, sino como un espacio tanático que desembocaría en el instante eterno.

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