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Borrones y tachaduras

Quien con niños se acuesta, mojado se levanta

Pepe Sala y Juanjo Ferrer conversan durante un pleno. | Daniel Espinosa

| Eivissa |

Tras las elecciones municipales de junio de 2015, en Sant Antoni de Portmany se comenzó a cocinar un pacto postelectoral de esos que tan a menudo vemos, consistente en que los perdedores se alían para impedir que el candidato, la lista y el programa más votados por los ciudadanos, gobiernen. Vamos, darle la vuelta a la voluntad ciudadana sin el más mínimo rubor. Se alega siempre aquello de la democracia representativa, lo cual es cierto, pero no lo es menos que cuando se unen muchos para descabalgar a uno, cada formación es independiente de las demás, cada una con su ideología, cada una con sus prioridades, cada una con su propio programa. Pero nada de eso importa siempre que el que gana no logre la mayoría absoluta y haya un resquicio para tomar el poder.

El PP de Pepe Sala logró 2.813 votos y 8 regidores. Seguido del PSOE con Pep Tur, el actual alcalde, con 2.283 votos y 6 regidores. Muy por detrás, Reinicia Sant Antoni con Pablo Valdés a la cabeza, obtuvo 4 concejales y El Pi con Juanjo Ferrer, logró 3 ediles. El Pi se inclinó por pactar con las formaciones de izquierdas y así echar al PP. Fue su decisión y tiene que apechugar con las consecuencias. Pasado el ecuador del mandato de Pep Tur, el balance es bastante descorazonador. Y como suele suceder, los partidos de izquierdas tienen la necesidad de desmarcarse de partidos como El Pi, que para ser honestos, en Ibiza se ha comportado como un ‘xotet de cordeta' de formaciones situadas en las antípodas ideológicas, como se comprueba habitualmente en el Parlament. Ahora le han dado una patada antológica en el trasero.

Juanjo Ferrer, hasta ahora segundo teniente de alcalde por El Pi, ha mirado hacia otro lado en multitud de ocasiones, con cada polémica protagonizada por Valdés. E incluso le ha justificado en incontables veces, pero son como el agua y el aceite. Y la gota que ha colmado el vaso ha sido la ocupación de la vía pública y la revuelta de las terrazas que tiene sublevados a los empresarios. Él quiere actuar con más mano izquierda, pero sus socios quieren mano dura y que se queme a lo bonzo y si no, a su casa. Pero no son PSOE ni Reinicia quien ha triturado El Pi. Ferrer ha tragado con cosas que cualquier otro político hubiera dicho basta. Incluso ahora, son sus socios quienes le echan y no él quien se marcha, en el colmo de la falta de coraje político e incluso de dignidad, diría yo.

• Camareras de piso.

Las condiciones laborales de las camareras de piso son, en demasiados casos, inaceptables. Limpiar y arreglar 22 o 23 habitaciones en 6 horas, como muchas hacen, no es algo que esté al alcance de cualquiera. Ya no se trata del sueldo, que en muchos casos también, sino en que no se puede hacer trabajar a seres humanos como si fueran mulas. Tengo una amiga que realiza este trabajo y siempre está agotada y medicándose, porque si no, no hay forma de cumplir con la tarea asignada. Y a decir verdad, solo piden que se contrate a más gente para que se reduzca la carga de trabajo, ya de por sí inhumana. No creo que sea mucho pedir a hoteleros que están ganando bastante dinero con temporadas de excelente ocupación y de un importante gasto por turista.

• Grafitis.

Me sorprende que Gianandrea di Terlizzi justifique las pintadas contra los turistas como un síntoma de los «efectos negativos del turismo, como el precio de la vivienda». El precio de la vivienda no es un efecto negativo del turismo, sino una consecuencia de la avaricia de algunos propietarios que, saltándose la Ley, prefiere alquilar a turistas en lugar de alquilar a residentes y trabajadores. Piense el coordinador de movilidad del Consell d'Eivissa que otro día pueden aparecer pintadas en contra de otra cosa, como por ejemplo de la política de movilidad y carreteras de la institución insular. Y si nos conducimos del mismo modo, también habrá que considerarlas un síntoma de algo, igual de mala gestión, no sé.

Las pintadas son pintadas. Los que las hacen son unos puercos porque usualmente no pintarrajean las fachadas de sus casas, sino las paredes de otros. Lo hacen de forma anónima, no representan a nadie, sino a sí mismos. Y a mí, personalmente, me importa un bledo lo que escriban. Nunca ha habido tantos canales legales y directos de manifestar la opinión de uno, o sus quejas, o sus reclamaciones, todos ellos muy respetables. Pero andar ensuciando las paredes de la ciudad con mensajes incendiarios es inaceptable. Y quienes los justifican deben ir con cuidado, no vayan a ser ellos un día los ofendidos con las pintadas.

• Barcelona.

Termino manifestando mi apoyo y solidaridad con toda Barcelona y con las víctimas del terrorismo. Y también con quienes deciden las fotos de las portadas de los periódicos, tarea en absoluto sencilla y ahora tampoco exenta de riesgos. Las críticas leídas en las redes son de todo punto excesivas en un asunto muy controvertido. Feliz domingo

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