Existe una Ibiza diferente, mágica y tranquila que, todavía, muchos no conocen. Para ello solo hay que coger un coche, adentrarse en sus carreteras secundarias y saborear cada paso de su recorrido. Con 45 kilómetros de norte a sur y apenas 25 de este a oeste, la isla pitiusa mayor despierta, en su interior, el olfato de los más curiosos. Entre paisajes verdes, restaurantes locales y un patrimonio cultural enorme, son cientos los turistas que se acercan cada día para disfrutar de las tradiciones locales.
La idea de que Ibiza no va más allá del turismo de fiesta, sol y playa es errónea y el reconocimiento por parte de la Unesco al declararla Patrimonio de la Humanidad en 1999, lo confirma. En el momento en el que nos alejamos de la vorágine de las zonas más masificadas, encontramos el remanso de paz que necesitamos. Desde Sant Carles a Santa Agnès, pasando por Santa Gertrudis y Sant Mateu, respiramos el aire más puro, disfrutamos de los paisajes más verdes y observamos sus casas payesas más blancas, sin olvidarnos de sus iglesias, únicas en el mundo; se contruyeron de forma sencilla, sin ornamentaciones, con el objetivo de servir como refugio en caso de peligro además de ser el punto de encuentro para todos los oradores.
La isla, que solo este fin de semana va a recibir a más de 164.000 turistas, se reinventa cada día para ofrecer la mejor oferta a una demanda en constante crecimiento. Lo que no cambian son las tradiciones: el trecking por el monte de sa Talaia para los más deportistas, los paseos por las carreteras en las que apenas circulan coches o los bocaditos de aquel bar que no sale en las guías, pero que te ha recomendado el taxista local que te recogió en el aeropuerto. Ahí está la magia escondida de Ibiza, la que solo unos pocos consiguen descubrir y de la que, una vez lo hacen, todos se enamoran.
La realidad es que la isla blanca ha cambiado en los últimos años. Estamos ante un turista más exigente y que cada vez cuenta con más opciones entre las que elegir, por ello el interior rural se antoja como alternativa. Aquí podremos dejar a un lado las modas como, por ejemplo, ver la puesta de sol en Café del Mar o comer una paella en el puerto, para hacer de las vacaciones una experiencia que recordar.
La alternativa a ese turismo que etiqueta a Ibiza como destino de fiesta es posible, está al alcance de todos y nos permite descubrir el día a día de la gente local de la isla. Para disfrutarlo solo tenemos que adentrarnos en el interior y disfrutar de cada uno de los pasos que demos.