Mañana por la noche el cantautor madrileño Ismael Serrano se presenta en concierto dentro del marco del IV Festival Cultural Nits de Tànit 2017 a las 22.00 horas en el recinto exterior de la sede de la Universitat de les Illes Balears, UIB. Con motivo de este encuentro PERIÓDICO de IBIZA Y FORMENTERA ha podido mantener una charla con el artista en el que comparte sus puntos de vista más actuales.
—¿Conocía Ibiza, ha tocado aquí alguna vez?
—Si, estuvimos hace muchos años. En estos 20 años de carrera tengo que decir que no he ido todas las veces que me hubiera gustado pero sí que hemos estado hace mucho tiempo.
—¿Qué se va encontrar la gente en el concierto? ¿Un adelanto de la celebración de sus 20 años?
—De alguna manera sí porque voy a hacer un repaso de toda mi carrera, de mi discografía, habrá alguna versión de algún autor que me ha influido... en un formato muy acústico. Sí, de alguna manera es un adelanto de lo que será la gira del año que viene en la que celebraremos este aniversario.
—20 años que no son pocos... ¿A cuál de todas sus canciones se siente más agradecido?
—Es difícil decirlo porque cada canción representa un momento de mi vida especial, una gira, un viaje, una vivencia... por así decirlo. Desde Papá cuéntame otra vez, que fue la primera canción que empezó a sonar y la primera canción que abrió mi primer disco, ahora quizás tendría otra perspectiva... Por aquel momento tenía 20 años y esa canción pretendía ser un reproche a la generación de mis padres y ahora cumplo los años que tenía mi padre por aquel entonces, con lo cual se canta desde otra perspectiva. ‘La llamada' que es el último disco, que musicalmente es muy rotundo, muy contundente porque parte del ritmo, tiene un espíritu de convocatoria y de celebración que conecta con la nueva propuesta que vamos a hacer con el nuevo disco grabado en directo que también tiene ese carácter. De un disco a otro me ha tocado vivir momentos muy intensos y emocionantes que están ligados a cada disco y a cada canción, es muy difícil elegir.
—Tantos momentos que hasta ha sido padre en el medio, ¿No?
—Tal cual, no hay nada más inspirador. Inevitablemente te afecta a la hora de componer porque te afecta desde el punto de vista artístico ya que remueve absolutamente todo desde tu orden de prioridades hasta tu forma de vivir el día a día, a tus planes, a muchísimas cosas... y eso es sumamente inspirador. Desde el nacimiento de hija probablemente, para mí, esté escribiendo las mejores canciones. Tiene que ver también con la intensidad con la que vives todo, se renueva tu mirada y recuperas algo que creías que habías perdido y que es tu capacidad para vivir por primera vez las cosas que ya habías vivido. Porque la primera vez que ves el mar con un hijo es como si fuera tu primera vez también, por poner un ejemplo. Cuando son sus primeras navidades son también las tuyas... entonces esa sensación de vivir por primera vez según que cosas es sumamente inspirador, es un motor para escribir canciones inagotable.
—E incluso hasta una obra de teatro para los más pequeños...
—Sí (risas) también me ha dado por escribir para niños y niñas, por escribir teatro y canciones para ellos y la verdad que ha sido una experiencia maravillosa. Hemos tenido la oportunidad de estar en Madrid con la obra, y también en Buenos Aires. Además hace poco nos hemos enterado que hemos recibido varias nominaciones a los premios ACE que son los máximos premios al teatro argentino y también dentro de la categoría infantil, es toda una sorpresa porque no estaba en nuestros planes que ocurrieran tantas cosas...
—¿Y cómo definiría Buenos Aires?
—Buenos Aires conecta mucho con Madrid, vas paseando por sus calles y crees reconocer algunos rincones de Madrid y su espíritu. Pero tiene también cosas que de alguna manera uno piensa que quizás alguna vez tuvo Madrid y que se han perdido... La esencia cultural que tiene, el movimiento teatral, por ejemplo. No sólo los teatros que hay en la calle Corrientes sino todos los que hay por toda la ciudad... es sumamente interesante. Las librerías abiertas hasta las tantas, los cafés donde tomar un buen café y una medialuna con calma viendo pasar las horas y demás... la vida de sus calles, la actividad musical y cultural, por así decirlo. Esa efervescencia, ese capital que tiene Buenos Aires uno quiere pensar que alguna vez Madrid lo tuvo y lo perdió. Quizás ahí se conectan. Entre el Madrid que uno sueña que fue, que ni siquiera se si lo fue en algún momento, y el Buenos Aires que es. Que también tiene muchos defectos que padecerá el que habita diariamente allí porque es una ciudad vertiginosa, terrible en muchos aspectos, que padece a sus gobernantes una y otra vez pero que tiene a unos habitantes que yo inevitablemente amo porque, primero, son parte de mi familia -su esposa es argentina-, y luego porque me han hecho vivir en lo personal momentos maravillosos.
—Me alegra que lo hayan tratado bien porque allí es un artista muy querido también.
—Desde el primer minuto. Fuimos en el 97 con mi primer disco, y no solamente Buenos Aires, hemos tenido la posibilidad de recorrer con la guitarra al hombro pasando prácticamente por todas las provincias argentinas y han sido siempre muy generosos conmigo.
—Como madrileño estos actos de la semana pasada en Barcelona le han removido muchas cosas, ¿Verdad?
—Me ha revivido muchas cosas porque encima a mí el 11M me tocó vivirlo en Barcelona. La noche del 10 al 11 yo dormí en Barcelona porque teníamos un concierto ese día. Me desperté la mañana del 11M en Barcelona con el teléfono sonando porque mis padres y mis hermanos me llamaban para contarme las primeras noticias, entre otras cosas porque en mi barrio, en Vallecas, muchos de mis familiares cogían esos trenes para ir al trabajo o a la facultad. Me pasé esa mañana pegado al teléfono tratando de localizar a mi gente. Recuerdo mucho el cariño, el afecto, la solidaridad de toda la gente que encontré ese día en Barcelona. Suspendimos finalmente el concierto. He revivido también algo terrible, ese proceso de incertidumbre en el que la noticia va adquiriendo, según pasa el tiempo, una dimensión más aterradora. Por otro lado, a la vez que estos hechos te desgarran por dentro pero ver la reacción de la gente que enseguida se moviliza y se solidariza genera esa sensación de renegar del ser humano en primera instancia y luego reconciliarte con él cuando ves como reacciona la gente.
—¿Cómo ha visto a los medios en este tipo de situaciones actualmente?
—Los medios han entrado en una carrera tan frenética y tan terrible por la inmediatez que a veces se están perdiendo ciertos centros que valdría la pena reconsiderar. Si hacemos memoria en el 11M se criticó mucho que al principio se dieron unas informaciones que no eran del todo ciertas y ahora ha sido un no parar. Además, el tema de las imágenes... creo que no siempre atendía a criterios informativos el poner una u otra foto sino a un impacto mediático que tiene más que ver con la búsqueda de audiencia y no tanto con la necesidad de informar. No estaría mal tener ese debate... la necesidad de la gente a ser informado frente a la obligación que quizás sienta el medio de generar una cierta conciencia. Algunos justificaron la publicación de ciertas imágenes para de alguna manera tomar conciencia de la dimensión de la tragedia, aunque muchas veces uno se pregunta si es necesario. Igualmente, es una labor indispensable la de los medios y más en momentos así. Sabiendo esto hay que hacer un ejercicio de responsabilidad que no estaría mal que los llevase a debatir consigo mismos cómo se tiene que actuar en momentos así. Ese afán por dar la primicia y no perderse la última hora a veces convierte la información en ruido que lejos de informar produce el efecto contrario.
—¿Tiene que ver con que esta sociedad no ha tenido en cuenta las emociones de los más pequeños y hemos crecido como ‘reprimidos'?
—Cuando se le dice a un niño que no tiene que llorar, se le urge que crezca de manera inmediata, se le ‘abronca' cuando tienen miedo, cuando no es capaz de afrontar ciertas situaciones. Hay como una urgencia por crecer y por abandonar ese estado maravilloso que es la niñez. Tiene que ver con el hecho de que nos impermeabilizamos ante lo que ocurre y es una enseñanza que tenemos desde pequeños. La sensibilidad está mal valorada. Ser alguien sensible es ser alguien vulnerable y es síntoma de debilidad cuando es más bien lo contrario, te conecta más con el mundo y con tus semejantes que es la dirección en la que debiéramos trabajar.
—¿Quizás votaríamos mejor?
—Efectivamente, nos sentiríamos más interpelados por la realidad, no nos sentiríamos tan aletargados, tan anestesiados. Porque esa represión de la sensibilidad nos afecta a todos los niveles, no sólo a nivel personal, también alcanza las vivencias colectivas, los sueños colectivos. Tiene que ver con que toda expresión artística que tenga una carga política es mirada con recelo, señalda y escrutada con un rigor y una severidad mayor y eso hace que también reprimamos nuestras expresiones políticas porque nos da un cierto pudor decir cómo y porqué votamos o cuáles son nuestras simpatías por temor a ser escrutado con esa severidad. Quizás miraríamos la realidad social de otra forma porque nos sentiríamos protagonistas y capaces de influir en esa realidad en tanto y en cuanto somos capaces de actuar y de participar. Finalmente se trata de la empatía y de entender que las luchas y tragedias ajenas también pueden ser tuyas.
—¿Lo veremos a Oliverio por Ibiza alguna vez?
—Nos encantaría que la obra infantil viaje por España y pasara por Ibiza también, claro.