El pasado domingo, PERIÓDICO de IBIZA Y FORMENTERA publicó una interesante entrevista a la consellera de Turismo de Formentera, Alejandra Ferrer, en la que hacía una serie de consideraciones sobre las personas que visitan la isla un solo día. Todas ellas peyorativas, claro. A ratos, mientras leía sus respuestas, dio la sensación de que se trataba de la gerente de un parque de atracciones, que estuviera justificando la necesidad de cobrar entrada a todo aquel que pase por la puerta. Ya sé que la mayoría de ciudadanos de la pitiusa menor opina como ella sobre la invasión de excursionistas que llegan, se van a la playa y se marchan el mismo día, sin gastar un solo euro. Pero como muchos están hartos de explicar, eso forma parte de la libertad de circulación y movimiento de los ciudadanos de la Unión Europea. Actuar por ese lado no lleva a ninguna parte y denota cierta contumacia en explorar una salida, transitando por un callejón que no la tiene.
Lo peor de todo es que la consellera insular pareciera tener querencia por decirle a la gente lo que tiene que hacer, cosa que excede con mucho sus competencias y responsabilidades. A ella le gustaría, según confiesa, que Formentera se convirtiera en un sitio de excursiones para disfrutar del día y no una competición de hacerse selfies. ¿Y eso a ella qué le importa? Que se vete el acceso a vehículos al faro del Cap de Barbaria ha de defenderse por motivos medioambientales, pero no por los que utiliza Ferrer.
Argumenta que los 4.000 o 4.500 personas que llegan al día al puerto de la Savina y se marchan el mismo día no dejan beneficios económicos y sí genera costes, como la recogida y el tratamiento de residuos. Lo mismo podrían decir tantos y tantos lugares, que no se plantean, como hace Ferrer, cobrar una entrada al parque de atracciones. Conozco mucha gente que va y viene a Formentera el mismo día. Yo soy uno de ellos. Voy en mi moto y si me place, gasto, y si no me place, no gasto. Es posible que Gent per Formentera ansíe el advenimiento de su república independiente, emulando a los independentistas catalanes, y crean que la isla es suya y pueden hacer en ella lo que les dé la gana, e incluso seleccionar a sus visitantes y ordenarles lo que deben hacer. Pero las cosas están lejos de ser como ellos quisieran, al menos por ahora.
Bochorno y preocupación. Es imposible sustraerse de lo que está sucediendo en Catalunya y del bochorno que supone ver el nacimiento de un pretendido nuevo país, sustentado en un referéndum ilegal, con unos resultados fraudulentos, y con el voto secreto de 70 diputados cobardes. ¿Esta es la nueva república que ellos aspiran a construir, excluyendo a quien representa a la mitad de la ciudadanía y conculcando la legalidad de la forma más arbitraria e indecente posible? Tener que soportar lecciones de democracia por parte de los que defienden la independencia es casi lo peor. Pero el mayor escarnio para todos los ciudadanos de Balears en este asunto lo hemos tenido que sufrir de la mano de un expresident del Govern. Socialista para más señas. Cobarde, para lo que le queda de vida política, esperemos que sea poca.
Siempre he sentido un gran respeto por todos aquellos líderes políticos que ostentaron un cargo representativo, elegidos democráticamente. Pero ver a Francesc Antich, actualmente senador autonómico, ausentarse del pleno del Senado para no cumplir con su obligación, es una injuria que nadie puede soportar calladamente. Si tuviera un mínimo de coherencia, hubiese dimitido antes. O después, tanto da. Pero desertar para no emitir su voto ni a favor, ni en contra, ni con una abstención a la aplicación del artículo 155 de la Constitución, que permita restablecer la legalidad en Catalunya y apartar del Govern de la Generalitat a los autores de un golpe de estado en toda regla, denota una cobardía impropia de un expresident del Govern. Y que encima pretenda seguir en la Cámara Alta como si nada, convierte la injuria en un encarnizamiento. El PSIB está en esta crisis más próximo a Podemos y a los independentistas que al PSOE. Lo pagarán caro en las urnas.