Tras la celebración de San Valentín, el famoso Día de los Enamorados, me gustaría hablar de Amor, aunque esta fecha, mayoritariamente, tiene un interés más comercial que romántico.
Pero, ya que, lo queramos o no, este tema ha estado a nuestro alrededor, no solo el 14 de febrero, sino casi cada día de este mes, (ya se encargan los medios de recordárnoslo obsesivamente), me ha parecido una buena excusa para traerlo a esta sección, ya que es tan importante, pero, también, tan malinterpretado.
Es cierto que no hace falta un día específico para celebrar el Amor y que, no solo lo vivimos cuando estamos en pareja, sino que está presente en nuestra vida cada día de múltiples y diversas maneras, todas muy valiosas y enriquecedoras (con los hijos, la familia, los amigos, nuestras mascotas...).
Pero, hoy quiero hablar del Amor más importante de nuestra vida que, además, paradójicamente, a pesar de ser el más importante, también es el más ignorado y el menos cuidado de todos. Y, aunque no lo creamos, también es el que más infelicidad y malestar nos causa y, además, está muy frecuentemente detrás de los problemas y males de amor que podemos tener en otras áreas de nuestra vida y, principalmente, en nuestra vida en pareja.
Por si no ha resultado ya evidente, por supuesto, me estoy refiriendo al Amor hacia nosotros mismos, a nuestro Amor Propio, a nuestra Autoestima.
Es terrible ver cómo hay tantísimas personas viviendo tan inmensamente infelices debido a ese auto desprecio, esa infravaloración, ese sentimiento de incapacidad y de indignidad permanente hacia sí mismas, que las hace sentir tan poco valiosas y tan poco merecedoras de Amor y consideración por su propia persona.
Los llamados “males de Amor” son de los más dolorosos y más duros de digerir y, con mucha frecuencia (por no decir siempre), detrás de ellos, se esconde nuestra baja y maltrecha Autoestima.
Nos empeñamos en buscar en otro, en un «alguien» especial, ese sentimiento único y maravilloso de ser valiosos, de sabernos únicos e importantes para alguien, de sentir que somos dignos de ser amados y apreciados. Y, curiosamente, cuanto menos nos queremos a nosotros mismos, más buscamos en otros, y más esperamos de ellos que nos den eso que tanto anhelamos y que tanto sentimos que nos falta.
Una persona que tiene una autoestima muy maltrecha espera que otra persona le diga y le haga sentir lo valiosa que es, porque ella misma no puede hacerlo.
Pero, por desgracia, cuanto más lo reclama y más lo necesita, es cuando menos lo recibe. Porque cargar sobre las espaldas de otro la enorme responsabilidad de que nos haga felices, es una carga demasiado pesada de soportar. Y, frente a esa dependencia enfermiza, frente a esa manipulación evidente, pocas personas aguantan y, suele suceder lo contrario: que nos rehuyen y nos evitan, porque tanta exigencia agobia y termina por ser insoportable.
Y si, por alguno de esos milagros que a veces suceden, alguien llega a corresponder esa demanda, resulta que, no podremos tampoco recibirla, porque siempre estaremos dudando y pensando que no puede ser real, porque sentiremos que no somos dignos de ella y que no la merecemos.
El gran error está en esperar que la solución a nuestra falta de Amor venga de fuera y que sean otros los que nos lo den y nos llenen de él. Cuando, en realidad, el camino hacia el Amor no va de fuera a adentro, sino todo lo contrario: de dentro a afuera.
Si aprendemos a aceptarnos a nosotros mismos, si, a pesar de que haya aspectos nuestros que no nos gusten tanto, somos capaces de apreciarnos y valorarnos genuinamente, de sentirnos capaces, útiles, dignos de ser amados, entonces, no necesitaremos que otra persona nos de lo que nos falta, entre otras cosas, porque no sentiremos que nos falte nada. Y podremos relacionarnos en libertad, sin apegos, ni dependencias, ni miedos que solo bloquean, paralizan y entorpecen el Amor.
Las frases de Amor de canciones y películas con los que continuamente somos bombardeados, le hacen un flaco favor a ese Amor libre e incondicional del que hablo, y ayudan a fomentar mucho dolor, inseguridad y sufrimiento.
Frases como «Sin ti me muero», «No puedo vivir sin ti», «Eres mía», «Me haces muy feliz», «Me muero por tu Amor», «Si no te tengo, prefiero morirme», etc., solo son una pequeña muestra de todo el daño que el lenguaje incorrectamente llamado amoroso y su malinterpretación pueden llegar a hacer.
En realidad, eso no es Amor. Es dependencia, es necesidad, es miedo. Pero no Amor incondicional, genuino y verdadero.
Por lo tanto, para tener un Amor sano y feliz en nuestra vida, debemos de empezar por amarnos primero. Y, cuando estemos bien con nosotros mismos, entonces, podremos ser felices con otra persona en libertad.
Cómo conseguirlo es ya un tema que da para otro artículo (o muchos…).