Cuando llega la primavera, en mi familia se inicia la celebración de numerosos cumpleaños (incluido el mío propio), y, pensando en ello, se me ha ocurrido el tema de esta semana.
Y es que tenemos la sensación de que conforme pasan los años, el tiempo parece que pasa más rápidamente. Y, en cambio, cuando éramos niños, tener que esperar una hora para poder bañarnos en la playa tras la digestión, nos parecía una eternidad.
Numerosos datos corroboran que nuestra percepción del tiempo es distorsionada y está influida por muchos factores externos e internos.
El tiempo vuela cuando lo estamos pasando bien, cuando nos gusta lo que hacemos, cuando estamos motivados, cuando lo que hacemos es novedoso o cuando estamos ocupados.
Las experiencias previas también influyen en nuestra percepción del tiempo. Eso es lo que ocurre cuando, por ejemplo, una película nos parece más corta al verla por segunda vez. O cuando sentimos, al viajar o desplazarnos, que el camino de vuelta es siempre más corto que el de ida.
Y, al contrario: nos parece que el tiempo pasa más lentamente, cuando lo estamos pasando mal, cuando esperamos con impaciencia, cuando tenemos prisas, cuando estamos enfermos, cuando nos duele algo o cuando estamos cansados o incómodos.
Se nos hace también eterno cuando llevamos una carga pesada encima y, sobre todo, cuando estamos en peligro.
También apreciamos su curso como más lento cuando nos aburrimos y, especialmente, cuando le prestamos atención, es decir, cuando estamos pendientes de él. Si no le hacemos caso, el tiempo transcurre más rápidamente.
Nuestra percepción subjetiva del tiempo depende mucho de la situación emocional en que nos encontremos. Si estamos emocionados, nos equivocamos mucho al valorar el tiempo transcurrido. Eso es lo que pasa cuando llega por fin la persona o la noticia ansiosamente esperada y sentimos que la hemos esperado una eternidad.
Del mismo modo, si tenemos prisa, sentimos que el autobús tarda mucho más en llegar y que el semáforo está mucho más tiempo en rojo.
Cuando estamos disgustados, el tiempo pasa también con más lentitud.
Para entender ese fenómeno de la percepción subjetiva del tiempo, hay diferentes teorías:
1-Teorías sobre experiencias memorables: Dice que tendemos a medir el tiempo según nuestras experiencias "memorables" y que cuantas más vivencias relevantes dignas de recordar tengamos, más nos cundirá el tiempo. Cuando somos pequeños todo es nuevo e inolvidable y, a medida que nos hacemos adultos, la vida es más rutinaria y por eso parece que se acelera.
2-Teoría del gasto energético cerebral: En relación con la teoría anterior, cuando una experiencia es nueva, cuando nos salimos de la rutina, nuestro cerebro gasta más energía. Tiene que estar más alerta y procesar mayor volumen de información y datos que cuando la experiencia es repetida. Este esfuerzo mental, produce la sensación de que el tiempo se alarga. Y, al contrario: la rutina, hace que nuestro cerebro "ahorre" energía y ese "ahorro" es justo lo que acelera nuestra percepción del tiempo.
3-Teorías sobre la relatividad del tiempo: Esta teoría, descrita por Paul Janet, defiende que no podemos percibir a todas las edades el tiempo del mismo modo, porque no hemos vivido lo mismo. Para un bebé, un año es el 100% de su vida. Para un niño de 10 años, supone el 10% y para un adulto de 50 años solo el 2%.
4-Teoría de la presión del tiempo: Se ha demostrado que la percepción del tiempo se acelera cuando sentimos la "presión del tiempo", cuando "no llegamos a todo". Esa tensión, ese estrés, se da sobre todo entre personas de 20 a 59 años, cuando más responsabilidades solemos tener.
5-Teorías emocionales: Parece que las emociones influyen en la percepción subjetiva del tiempo. Sentirse triste ralentiza el tiempo. Conseguir estar relajado y tranquilo, también.
En cualquier caso, el cerebro debe de funcionar bien para que podamos percibir el paso del tiempo con precisión. Por ello, en cerebros infantiles inmaduros, o en los cambios neuronales de la vejez, la percepción del tiempo está más distorsionada.
Comparto cuatro propuestas que nos pueden ayudar a hacer que nuestra percepción del tiempo se alargue:
1. Lanzarnos a la aventura: Vivir nuevas experiencias y hacer cosas que nunca hemos probado antes "alargará" nuestro tiempo.
2. Aprender técnicas de relajación: Ir estresados, acelera nuestra percepción del tiempo. Y, por el contrario, estar tranquilos y relajados la disminuye.
3. Practicar mindfulness o meditación: Vivir en el presente hace que mejoren los circuitos neuronales implicados en la atención, memoria y funciones cerebrales superiores que se han relacionado con la percepción del tiempo. Aprender a estar "aquí y ahora" de alguna forma "detiene" el tiempo, ya que dejamos de "correr" mentalmente hacia el futuro.
4. Aprender a ser más organizados: La organización también reduce la presión del tiempo, ya que aprendemos a gestionarlo mejor y a que no se nos "escape" descontroladamente.
Todo lo anterior, nos ayuda a comprender el valor que tiene la percepción del tiempo en nuestras vidas. Gestionar el tiempo interior, es decir, el que apreciamos subjetivamente, es algo muy importante para nuestro bienestar.
Y tú, ¿cómo percibes el tiempo de tu vida?