El perfil de usuario de Cáritas más habitual en verano en Ibiza ha pasado a ser el de personas que vienen a buscar un empleo. Gente que tiene trabajo y no encuentra alojamiento, o que en un momento dado, a pesar de tener trabajo, no puede pagar un alquiler y tienen que optar entre irse de la isla o vivir en un coche, en una furgoneta o en una tienda de campaña.
Así lo indicaba la responsable voluntariado de Cáritas, Araceli Sánchez, que contaba que «hay personas viviendo en el bosque en una tienda de campaña porque no les queda más remedio que hacer eso o marcharse», y que es algo más habitual de lo que la gente piensa.
Muchas de estas personas acuden al reparto de alimentos de primera necesidad que esta entidad realiza cuatro veces por semana.
«Cuando empieza la temporada de verano hace bastante buen tiempo, es una situación que no ofrece ningún tipo de seguridad y muy precaria», valora, pero para algunos es la única opción.
Se trata del principal problema que se encuentran ahora mismo Cáritas diocesana: la vivienda. «Es el problema más gordo y del que derivan el resto de los problemas. Ya no es el trabajo sino la vivienda», se aventura a afirmar esta trabajadora de la acción sociocaritativa de la Iglesia Católica.
Débora
Débora tiene 34 años. Es madre soltera. Duerme en una cama de matrimonio que comparte con otra chica y con su hijo. Paga 400 euros por el disfrute parcial de una habitación que se alquila a 800 euros al mes. Algo inasequible para ella que trabaja media jornada y esos 400 euros ya le suponen un mundo.
El piso tiene tres habitaciones por las que el propietario cobra en total 2.400 euros. Todas las habitaciones se comparten. En total viven ocho o nueve personas (Débora no sabe dar un número exacto) en unos 90 metros cuadrados.
Explica que tienen la «ventaja» de que casi todos trabajan así que casi nunca están al mismo tiempo en el piso.
Cuenta que se trata de un piso antiguo en el que la cocina y el termo van con gas butano. Es habitual «tener que hacer cola para el lavabo y aguantarse si alguien lo está ocupando». Se trata de «lo mejor» que ha encontrado hasta ahora.
Su historia le ha llevado «de piso en piso» porque ha sufrido una situación que, según ella, es bastante habitual: el chantaje sexual. «El casero me pedía historias; le dije que no y me echó», relata con calma sin entrar en detalles. Dice que tras eso acudió a la policía y se quedó en la calle buscando sitio con su hijo. Estuvo en un hotel, otra casa donde tenía que limpiar, además de pagar el alquiler y, al final, terminó en este piso.
Tiene la esperanza de que cuando termine la temporada pueda encontrar otro. «Cuando acabe la temporada de los pisos, en octubre o noviembre» es cuando espera que haya más movimiento. Y añade: «Esa es la única esperanza».
Coco
Coco es senegalesa. Hace ocho años que viene a Ibiza a trabajar durante la temporada. Se dedica a la venta ambulante en las playas pese a que esté prohibido.
Ha visto la evolución de la vivienda en la isla, cada año a peor. En 2010 vino con su familia que integraban cinco personas. Los dos hombres dormían en el salón y las tres mujeres dormían en la habitación. Pagaban 150 euros. Ahora paga por una habitación 500 euros. Además tiene que pagar los gastos de luz, agua y gas.
En el piso viven el propietario, su hermana, su hijo, su hija y una amiga. Siete personas, en total, dado que ella duerme con su marido. La hija les trata «muy mal». Coco explica que cuando quiere entrar al baño, la chica entra antes y se queda dentro sin hacer nada, «sólo para molestar». Si cocina dice que huele. Si encuentran una cucaracha en la casa, es por que Coco y su marido viven ahí. Si algo está sucio es por su culpa. No tiene problemas con el resto de la familia, con los que dice que la convivencia es buena, pero una sola persona ya enrarece la convivencia. Explica que tiene su vida echa en Sevilla, donde tiene un piso de dos habitaciones para ella y su marido, pero allí no gana dinero.
Su experiencia es que ahora mismo es imposible encontrar un piso de alquiler en Ibiza para venir a trabajar. Tiene a dos compañeros que viven en un bajo comercial que comparten con más gente. No sabe decir cuánta gente vive con ellos, pero dice que las camas están una junto a la otra. Asegura que tienen contrato, a pesar de que se trata de un arrendamiento irregular de vivienda.
Problema social
Las historias que se presentan en estas páginas son las de dos usuarias de Cáritas que quisieron dar su testimonio a Periódico de Ibiza y Formentera durante una mañana de reparto de comida de Cáritas.
El informe de vivienda de Caritas de mayo de 2018 en Ibiza recoje más casos ejemplificativos de una problemática actual que se está llegando a normalizar a pesar de que, según la organización, «está provocando cambios en la estructura de las familias, de las cuales todavía no alcanzamos a ser muy conscientes», y que debería atajarse garantizando el derecho a una vivienda digna.
Se trata de un «empeoramiento de las condiciones de vida de los ciudadanos que se ven abocados a vivir en alojamientos faltos de espacio e intimidad que no promueven el desarrollo de la familia ni del individuo».